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Satélite-in-Blog - Page 66

  • Ayer nomás...

    Pauline Black, con músicos de la banda paolista Firebug, entre otros, tocando horas atrás en Porto Alegre.

     

  • Semana de la nostalgia III: ¿dónde estabas en 2006?

    (publicado oroginalmente en Feb 24, 2006)

    Remeras en italiano

    ¿Alguien sabe de dónde vienen esas remeras con leyendas filo futbolísticas en italiano?

    Perdón si alguno de ud. está leyendo esto justamente con una de estas prendas tan "graciosas", pero la verdad es que me parecen insufribles.

    Cero en diseño, cero en originalidad. Y, para peor, hay tantas por ahí que ya parecen directamente partes de un todo más molesto aún. Me imagino a dos de estos personajes que circulan por la ciudad obligándonos a leer sus supuestamente ingeniosas remeras... Cuando se encuentran cara a cara, ¿qué hacen? ¿Se dan la mano y se felicitan mutuamente? ¿Se leen uno a otro "Siamo fuori!", "Non parlo di doping!", y siguen su camino?

    Parece que son varias las marcas que nos castigan con sus diseños. Pero son muchos más los fabricantes truchos que se suben a esta moda, supuestamente iniciada por Nicolás Cabré en el programa de televisión que sea que actúa o algo así.

    Ya lo dijeron los Redondos: ya nadie va a aguantar tu remera.

    ¿Qué tiene esto que ver con Satélite Kingston, el ska, los viajes o cualquier otra cosa que verdaderamente nos interesa en la vida? Bueno, la verdad es que nada, pero estaba haciendo tiempo porque en un rato nos vamos a tocar a Rosario con los buenísimos Rosario Smowing y otras bandas... Perdón!

     

  • Semana de la nostalgia II. My back pages

    (publicado el 22 de Sep, 2005)


    ¿Por qué vamos a la disquería?

    Ayer me decía un amigo adicto a bajar música que se acababa de dar cuenta de algo. "Necesito comprarme un disco", me dijo mirando al piso, como quien admite una adicción vergonzante.

    ¿Lo decía porque quería escuchar música nueva? Para nada. Quema decenas de CD con los últimos lanzamientos. ¿Buscaba una vieja joya de la historia del pop? En absoluto. Con mínima paciencia y sin salir de casa ya reconstruyó los catálogos de todos los artistas que quiso.

    ¿Entonces? La verdad es que ni siquiera tuve que preguntarle. Lo miré con cara de "no necesitás avergonzarte, yo te entiendo", pero lo dejé descargarse. Sabía exactamente lo que le pasaba.

    "Necesito entrar en una de esas disquerías, como las del "Hashbury" (epicentro contracultural de San Francisco), y pasar vinilos con los dedos hasta parar en uno que me guste por la tapa, sin saber qué es, y comprarlo. Llegar a casa, sacarlo de su bolsa, descubrir el vinilo, apoyar cuidadosamente la púa y escuchar... ¡Eso es lo que estaba bueno de escuchar música!"

    ¿Cómo no lo voy a comprender, yo que si en algo me especializo es en el subestimado arte del turismo de disquerías? Es difícil negar las ventajas de la gran discoteca online a disposición de todos. Pero es igualmente insoslayable el placer de flotar entre bateas y pulgas, de ABBA a Zappa, del pop al rock progresivo, del reggae (obvio) al surf. ¡Y para qué hablar cuando nos encontramos con una batea integramente dedicada a rubros como "cantantes femeninas alemanas de los años sesenta" (como en el caso de Opus, en la calle Bolivia, de Flores) o simplemente "miscélanea"...!

    ¿Y de noche? Un escritor-periodista inglés llamado Gilles Smith, amigo de Nick Hornby, es autor de un imprescindible libro titulado "Lost in music" en el que, entre otras acertadísimas observaciones melómanas, habla de "la suspención del tiempo propia de estar en una disquería de noche". Ahora mismo mis lágrimas se deslizan hacia el teclado...

    Acabo de regresar de una ciudad europea (por eso la falta de actualización de este blog: olvidé llevarme anotada la clave para entrar) en la que abundan las disquerías. Las buenas disquerías. ¡Las mejores disquerías del mundo! Y una vez más repetí el ritual: buscar obsesivamente los mejores locales para entrar, detectar la batea de vinilos de reggae y ska y simplemente pasar uno por uno los discos, la mayoría de las veces sin intención de (sin plata para) comprar nada. Pero como una especie de misión en la que es importante chequear que Lee Perry esté después de Mad Professor y las cajas de Trojan con tres discos estén siempre a buen precio. "Mmm, ¿qué tenemos acá? el primero de Specials en bastantes buenas condiciones. Muy bien, ¿qué más?".

    La vida es buena...

  • Semana de la nostalgia: ¿Dónde estaba ud. en el 2005?

    Revisando los archivos de Satélite-in-blog, el directorio editorial determinó que era hora de... un poco de nostalgia y autocomplacencia, sobre todo por aquellos tiempos en los que eramos menos. Sin correcciones ni overdubs, estas cosas pasaban y estas cosas se publicaban en este blog hace (apenas) cuatro años.

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    Sep 27, 2005

    Great Ball o´Fire: Skatalites en B.A.!!!

    ¿Cuándo nace un diario? ¿Cómo se empieza a contar un fin de semana inolvidable?

    Digámoslo así: miro a mi derecha y veo al Pulga (ex bajo Nuevas Raíces), al Ñato, (de This is ska) y a Luciano, (ex Sombrero Club, DJ, etc). A la izquiera, Ale, de Satélite, Bonetto, de Los Cafres, y Martín Cueto (productor de los shows de Rico en Bs.As. entre otras cosas). Adelante, una docena de brasileños enloquecidos, entre ellos Bruno, responsable de Radiola, el sello que edita a Satélite en San Pablo; Luiz, ex Subtones, actual Trench Town Rockers; Tadeo, skaman, diseñador. Más allá, Muñe, diseñador de la página de Satélite y motor de Butumbaba. Arriba, en el VIP, los veo a Sebolla y Andrés, ex batería y bajo de Satélite (ahora en Ska Beat City, con los que acabo de grabar algo), Manolo, de Nuevas Raíces, Hugo, de Dancing Mood. Atrás, la gente de La De Dios; Dulces Diablitos; Nacho y Milton, sonidista y bajista de Satélite, y el Visón y el Mudo, bajo y batería de Sonora Brixton, Brixtonians y la próxima reencarnación de los mismos. Y Asprila y Skarcha, la marplatense Andrea y tantos, tantos más.

    Es decir, antes siquiera que se levantara el telón, el clima era de fiesta total, de gran fiesta de amigos, conocidos y de gente a la que uno no conoce, pero admira o respeta, como poco, o que lo conoce a uno y lo saluda. Y esas cosas.

    Estoy hablando de los shows de Skatalites en Buenos Aires, por supuesto. Y si la emoción (no exagero ni creo usar el término livianamente) ya era evidente a las 22:15, imaginen lo que pasó cuando empezó la tradicional cuenta regresiva de Freedom Sounds... A muchos de los que nombré, los vi abrazarse. A alguno lo vi manotear una lágrima en la oscuridad. De verdad.

    Si estuvieron ahí, habrán notado, por ejemplo, un grupo de rude boys en el centro del salón armenio, gritando, saltando, bailando a más no poder. Bueno, esos tipos vinieron de Brasil especialmente para estos shows. Tuve el gusto de recibir a siete (!) de ellos en mi casa y de compartir bares con otros tantos (hasta un padre con su hijo!). Gente que lleva tatuado el nombre de esta banda...

    Es raro, no? Cuando veo a las fans de Chayenne o como se escriba en la puerta del Sheraton, me parecen... Bueno, no les tengo mucha consideración. Pero cuando tengo estos otros casos de fanatismo bien cerca, no sólo los entiendo sino que simpatizo y hasta me conmuevo.

    Claro, Doreen Shaffer no es Shakira. ¿Pero vieron cómo la ovacionaron? ¿Cómo se habrá sentido esta humilde señora, ya bien mayor, que apenas tendría idea de dónde estaba (supongo) y mucho menos sospecharía de cómo la iban a tratar? Muy fuerte...

    Y verlo a Lloyd Knibbs tocar como si tuviera 20 años... Qué vergüenza para los que se quejan, se cansan, protestan, no quieren hacer esto o aquello, abandonan...

    No hace falta que comente acá los temas que sonaron y quiénes eran los músicos ni si el PA era bueno o no. Lo que realmente fue noticia el fin de semana pasa por otro lado, por las caras de alegría, las sonrisas que vi y que la música me generó a mi también.

    Tanto fue así, que el sábado, algunos de los que estuvimos en la armenia, nos reencontramos en un bar cercano y nos quedamos charlando, escuchando, bailando ska y demás hasta las 6 am, por lo menos. Personajes absolutamente diversos, que nos vemos tantas veces y casi nunca hablamos, terminamos en una especia de fiesta de egresados de la Academia Ska & Reggae (con alumnos de intercambio y todo). Increíble.

    Déjenme procesar la información y los sentimientos, y quizás les cuente algo más en la próximas horas.

  • El loco del fuego

    “Keep the fire burning, we must never let it die!”

    fire1.jpgMarc Connolly, mi mejor amigo de la adolescencia, compañero de surrealistas desventuras suburbanas, tenía entre otros hábitos destructivos el de la pirotecnia. Y, mientras encendía lo que fuera, solía entonar estos versos, los que figuran acá arriba, con jovial alegría. Como con casi todo lo otro en que Marc era bueno (robar, leer libros en velocidad, memorizar números de teléfono, pelear), yo nunca me entendí bien con el fuego. Lo puede confirmar casi cualquiera de mis amigos más tardíos, asadores de ley: lejos de incendiar nada, soy buen compañero de conversación junto a las brasas, pero ni siquiera nadie me daría nunca la responsabilidad máxima de la parrilla.
    Sin embargo, existen procesos inevitables. En la Argentina, por ejemplo, tarde o temprano todo el mundo hace un asado. Y yo soy grande, así que también he hecho más de uno, a pesar de todo. Y por todo me refiero a mi franca inutilidad para demasiadas cuestiones prácticas que hacen a una buena BBQ criolla.
    Pero, por alguna razón, hoy sentí ganas de reincidir. Contra lo que indica el buen criterio, compré algo de carne y chorizos y carbón, y me dispuse a aprovechar la parrilla del deck del depto playero alquilado para un verano familiar en la Costa Atlántica.
    Sólo un detalle me intranquilizó: “mi” parrilla estaba ubicada prácticamente pegada a la parrilla del vecino, ocupante de un depto idéntico al mío, en una especie de arquitectura “espejo”. Deseé que no se le ocurriera a él hacer un asado al mismo tiempo ya que las dos parrillas estaban dispuestas casi como para un concurso de parrilleros de San Antonio de Areco. De coincidir en semejante faena, pensé, la humillación era segura. Fuera de eso, sin moros en la costa, el relajado aire de las vacaciones me invitaba a experimentar sin complejos…
    A eso de las 20 hs, al ver el terreno libre, sin vecino a la vista, decidí que era ahora o nunca. Sin embargo, noté que bajo su parrilla, el hombre había acopiado durante la tarde un oportuno cajón de frutas, algunas ramas y papel. Pero como el tipo no estaba en casa, o eso parecía, me puse manos a la obra igual.
    fire2.jpgImprovisé (qué otra cosa podría hacer…) una deforme e irracional construcción de ramas verdes y húmedas, carbones solitarios y hojas del diario La Nación, con el agregado de unas cuantas piñas, en las que deposité grandes expectativas por un vago recuerdo de que arden fácilmente. Y rápidamente encendí todo. El desesperado conjunto se apagaba tan rápido como las ilusiones de River últimamente, y lo volvía a alimentar con más ramas verdes y más papel prensa sin mejor utilidad.
    En eso estaba, casi como en un juego de niños donde no importa el resultado, cuando mi vecino salió con campechano humor a su propio deck. No nos conocíamos hasta entonces, pero nos saludamos como viejos colegas, de lo más compinches con algo de falsedad. Comencé a transpirar.
    El hombre, unos diez años mayor que yo, venía armado con unas ramas gruesas, secas, nobles, dignas de un certamen de leñadores canadienses. Parecía una publicidad de “Cardón, cosas nuestras” y me imaginé que comenzaba a sonar un disco de Los Chalchaleros de fondo. Yo, que había recogido unas ramitas patéticas a veinte metros de la casa tras una brevísima y desganada exploración, le pregunté si había conseguido buena merca, intentando imitar una jerga que me es totalmente extraña. Me contestó que sí, pero que había tenido que irse “hasta cualquier lado” para hacerlo. “Es que soy un fanático de la leña. No me gusta el sabor que le da el carbón”, me tiró.
    fire3.jpgJustamente a mí, que había apelado rápidamente y sin vergüenza a una bolsa de vegetal y que ya ostentaba nariz y pómulos negros. Sólo me había faltado rociar la pira con alcohol puro, por el simple hecho de que no lo tenía a mano.
    El hombre, oriundo de la Patagonia norte, resultó un experto y miraba de reojo el ardiente desastre de mi parrilla. Abrí otra botella de cerveza, miré la cara de mi hijo y me dije que era todo o nada. Siempre con la cara pintada a lo Rambo, ensayé la embestida final. Iría con todo lo que tenía: más ramas y más papel con diversos foco ignífugos en posiciones estratégicas; y replantearía la ubicación de tres grandes trozos de carbón que hasta ahora parecían contemplar las llamas casi con frío, desde la periferia de la parrilla. Una revista Pronto apoyaría con oxígeno el ataque total.
    La Gran Ofensiva de las 21 hs funcionó y en minutos tuve un fuego poco ortodoxo pero convincente al fin. Mientras mi vecino, con toda pulcritud, organizaba sus brazas de diseño, creo yo que maldiciendo a estos porteños carapintadas del asado.
    Dos horas después, él se comió un pechito de cerdo que debió estar fantástico. Yo, tras apenas unos minutos, disfruté de unos churrasquitos de cuadril con sabor a victoria. Marc, éste te lo dedico.