1. El tipo de la mesa de al lado en el Habana Café es igual a Copola. A Guillermo, no a Francis Ford. Unos sesenta años no mal llevados, rulos grises, pelada, bronceado… Toma un martini acompañado por una chica que perfectamente podría estar con el ex manager de Maradona. Veintipocos, morena, flaca, ropa barata, pero ajustada… No hay empleado del restaurante-show que no salude al falso Guillote mientras la banda estable del lugar transpira una versión de “Chan Chan”, que a partir de Buena Vista Social Club (ya hace diez años...) suena por todos lados. Debe ser un cliente frecuente e importante.
Cantante, pianista, contrabajo, tres vientos y dos percusionistas; el grupo es un desperdicio. Son demasiado buenos para un público casi exclusivamente de parejas parecidas a la de Copola y su cubanita. Italianos, rusos, españoles, árabes, toman mojitos, fuman habanos y pasan el brazo por detrás de sus citas por esta noche, invariablemente jóvenes y coquetas, con cierta tendencia a ir al baño de damas cada quince minutos.
El boliche está en la planta baja de un hotel cinco estrellas de La Habana decorado con un Bel Air colorado y blanco, presumiblemente de los años cincuenta, y un auténtico Piper de Cubana de Aviación colgado del techo, como quien cuelga una lámpara. No me llama la atención confirmar que la profesión más antigua del mundo se sigue practicando. Pero me pregunto un par de cosas: 1. Qué tanto asco le darán a estas chicas esta manga de viejos. 2. Por qué los tipos tendrán tantas ganas de pasearlas como noviecitas, que claramente no son.
Porque este no es un cabaret ni un prostíbulo, para nada. Es el bar de un hotel de una cadena internacional, de origen europeo, perfectamente "normal". Así que estimo que para estos muchachos simplemente parte de la fantasía es invitar a las chicas a salir, comprarles un trago e incluso regalarles una rosa, cosa que casi ninguno deja de hacer. Después vendrá lo que vendrá. Pero la previa, la falsa “cita”, no parece ser un mero trámite. ¿Eso es lo que esperan de Cuba cuando llegan estos tipos? ¿A esto se resigna Cuba con tal de que no dejen de venir con sus euros o dólares canadienses?
2. A la banda del Habana Café le sobra música. El triste espectáculo del público es poco para lo que estos tipos tocan. Pero uno se encuentra con ese desbalance por todos lados en esta ciudad. Como en muchas otras ciudades turísticas, en cualquier restaurante o bar hay música en vivo. A diferencia de muchas otras ciudades, esa música es interpretada estupendamente. De pequeñas orquestas a conjuntos y solistas suenan por acá y por allá con un nivel sorprendente. El primero que descubrís te hace pensar que tenés suerte y acabás de encontrar una perla. Pero pronto entendés que La Habana es sencillamente una ciudad musical repleta de músicos con un talento y una educación rarísimos. La pianista negra, con pinta de homeless, en el café del Hotel Dos Mundos me explica que esto se debe a la mágica combinación del pulso caribeño con, en su caso, la instrucción bajo un método soviético. Mozos y clientes pasan indiferentes por delante de su piano de cola marca Astor. Nadie parece notar la versión de “Balada para un loco” digna de un concierto solista. Cuando termina, se escucha un solitario y cansino aplauso desde alguna mesa lejana.
3. La tradición musical cubana no nació el día del estreno de “Buena Vista Social Club”. Pero sí se puso de moda desde ese momento. Hoy, los extranjeros vienen en busca de los Compay y los Ibrahim, aunque “el” Compay y “el” Ibrahim ya murieron. Y, por lo que sé, Cachaito, el contrabajista, también, hace pocas semanas. Los clubes, entonces, promocionan noches de música cubana “con invitados de Buena Vista Social Club” sin precisar nombres, lo que hace dudar seriamente de la veracidad de tal promesa. Un lugar donde esto ocurre, aunque con posibilidades ciertas de que aparezca algún amigo de Ry Cooder, es el Hotel Nacional. Este hotel es uno de los principales cinco estrellas de La Habana y claramente el más tradicional. Se inauguró en 1930 y tiene una espectacular ubicación frente al Malecón, la célebre costanera, en el barrio de Vedado, a dos kilómetros o menos de la Ciudad Vieja. El Nacional ha pasado por tantas cosas que hasta cuenta con una historiadora en su staff. En sus habitaciones se alojaron presidentes y estrellas de cine. En eso se parece a otros míticos hoteles. Lo que lo hace especial son otras cosas, como que en la década del treinta se cerró para uso exclusivo de quinientos capo mafias norteamericanos con su gángsters y abogados; Lucky Luciano, entre ellos. Que con la revolución se convirtió en alojamiento especialmente de rusos y dirigentes e intelectuales latinoamericanos. Y que en los sesenta en sus jardines se preparó un bunker ante la Crisis de los Misiles.
4. Hablando de "Buena Vista Social Club" ahora noto que en la película, que ya tiene diez años, sólo se ven por el centro de la Habana Vieja Buicks, Chevrolets, Cadillacs y, luego, más "nuevos", unos cuandos Ladas. Ahora, en cambio, si bien los antiguos botes sobreviven y circulan por todas partes, el parte automor se actualizó notablemente con modelos japoneses y franceses, especialmente. Por otro lado, siguen andando las motos con sidecar, como la que usan Ry Cooder y su hijo en el documental, pero también aparecieron unos extraños vehículos llamados "Cocotaxis", unas motitos con chasis en forma de... sí, de coco. De coco amarillo. Dice Rodrigo Guerra, de la Quimera del Tango, que la elegancia es lo último que se pierde. He visto el mundo y no estoy de acuerdo.