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  • Antanas Mockus

    Hoy hubo elecciones presidenciales en Colombia. Se impuso el candidato uribista, Santos, pero no le alcanzaron los votos para evitar la segunda vuelta. Así que habrá balotage con el segundo más votado, el ex alcalde de Bogotá y líder del partido verde Antanas Mockus (en la fórmula, con otro tipo muy interesante, Fajardo, el ex alcalde de Medellín).

    Intelectual de origen lituano, matemático de larga carrera docente, convencido del progreso por la educación (incluso ante problemas como el de la guerrilla), Mockus es el único político al que conocí e inmediatamente pensé: "yo votaría por este tipo. Es más, quizás hasta trabajaría para él". Lo entrevisté en 2001 y descubrí un personaje notable, de una inteligencia muy, pero muy rara. No imaginaba que casi una década después estaría tan cerca de la presidencia (aunque, la verdad, la cosa parece difícil...). Mockus dice: "la política es la acción pedagógica en su escala máxima".

    Como los imagino tan apolíticos como yo mismo, les recomiendo especialmente prestar atención a Mockus. Quizás los haga, como a mi, imaginar un futuro mejor, incluso en la gestión pública.

    Esta es la entrevista que salió aquella vez.

    ANTANAS MOCKUS, UN POLITICO NADA ORTODOXO

    BOGOTA.- La entrada del actual alcalde de esta ciudad, Antanas Mockus, en la arena política colombiana no fue nada ortodoxa. Un buen día de 1993, cuando el hijo de inmigrantes lituanos era rector de la Universidad Nacional de Colombia, todo el país le conoció un costado que muy pocos dirigentes se han atrevido a exhibir: ante un grupo de bulliciosos estudiantes de arte que no querían escucharlo, Mockus se bajó los pantalones y les mostró sus partes traseras.

    Resultado inmediato: silencio, los estudiantes con la boca abierta, y un mensaje en el aire, una señal de que aquí algo cambiaba. A los pocos días, no obstante, tras la emisión del oportuno video en distintos noticieros, Mockus fue desplazado de su puesto.

    Desde entonces, este filósofo y matemático fue visto como, además de un loco divertido, un candidato independiente capaz de enfrentar el tradicional bipartidismo colombiano.

    En 1995, de hecho, ganó la alcaldía de esta urbe a 2600 metros sobre el nivel del mar. Y se entusiasmó: a los dos años, animado por su creciente popularidad, renunció ocho meses antes de culminar su período para presentarse como candidato a presidente en las próximas elecciones. No obstante, luego formaría una coalición y correría sólo por la vicepresidencia.

    Perdió, pero Bogotá le daría una segunda oportunidad. Tras ganar los comicios de octubre último y pedir perdón por su anterior abandono en una especie de rito aborigen, asumió nuevamente en lo que se considera el segundo cargo político más importante de su país. Aunque, al recibir a La Nación en su despacho en el barrio de La Candelaria, Mockus, de 49 años, desmienta esto último: "Esos son conceptos muy relativos, adornos...", dice con un susurro impasible.

    Su actual gestión logró un temprano eco internacional gracias a una curiosa medida: la reglamentación, en marzo último, de la noche de las mujeres y la noche de los hombres, dos jornadas en las que alternativamente las calles capitalinas fueron terreno exclusivo de uno y otro sexo. "Cuando uno estudia los temas de seguridad urbana -explica Mockus, después de la experiencia- descubre que hay unas diferencias por género muy marcadas. En Bogotá, las mujeres son siete veces menos violentas y como catorce veces menos vulnerables que los hombres. Por otro lado, en cualquier ciudad del mundo, el predominio de mujeres en las calles por la noche da la sensación de seguridad. Además quisimos recuperar la calle como espacio público de expresión y, de paso, homenajear a la mujer."

    Aunque cuestionado desde distintos sectores por atentar contra las libertades individuales y al margen de que se vivió efectivamente con menos tragedias que las habituales, el experimento tuvo un éxito innegable, incluso más allá de Bogotá: activó un imprescindible debate sobre la causalidad, la tipología y las posibles soluciones a la violencia urbana.

    Las noches de Antanas son ejemplos paradigmáticos de su política de "pedagogía ciudadana". Y ha tenido muchos otros, particularmente en el anterior mandato: para defender la Ley Zanahoria, por la que las discotecas cierran sus puertas a la 1, Mockus hizo campaña disfrazado de esa sabrosa raíz. También ha saltado por los parques vestido de grillo ("el grillo de la buena conciencia") y se ha puesto un traje de Superman. Repartió tarjetas rojas con dibujos de pulgares hacia arriba y hacia abajo para que los automovilistas las exhibieran a sus colegas infractores en lugar de tocarles bocina o gritarles groserías. Invitó a las bandas a entregar sus armas y fundirlas en esculturas y, preocupado por el alocado tránsito bogotano, formó una cuadrilla de mimos que rodeaban al infractor suplicándole con dramáticos gestos que no lo volviera a hacer. "Nos dimos cuenta de que los colombianos le temen más al ridículo que a la autoridad", razona quien no tuvo inconveniente en posar desnudo, como El Pensador de Rodin, para una revista de actualidad. En el distrito, son pocos los que no reconocen que el tránsito se ha vuelto más ordenado y que las calles están más limpias que nunca.

    Más allá de la función pública, el alcalde se casó -en terceras nupcias- en la jaula de los tigres de un circo, de donde salió montado con su mujer sobre un elefante. La primera de estas intervenciones sociales se remonta a la escuela primaria. "Un día que estaba encargado de izar la bandera -hace memoria-, ante todos los alumnos y las maestras, empecé a insultar a la bandera. Todos se quedaron mudos. Entonces leí un texto que tenía preparado (era mi única chance de que no me expulsaran, que se entendiera lo que quería probar), una crítica a los que me habían escuchado faltarle el respeto a la bandera y no habían reaccionado, no me habían detenido ."

    El inventario de excentricidades de Mockus podría sugerir una suerte de Hugo Chávez colombiano. Sin embargo, su perfil dista bastante del cultivado por el presidente de Venezuela. En principio, Antanas es un intelectual, de marco teórico y objetivos claros. Es más, da la impresión de que realiza aquellos happenings didácticos casi a su pesar, como si no encontrara otra alternativa mejor para "enriquecer el debate público", según reitera, una de sus máximas preocupaciones.

    Su mínima estructura política es la del Partido Visionario, una organización tan virtual que para profundizar en ella lo más conveniente es ingresar a su página de Internet: http://www.partidovisionario.org.co , donde se postulan principios como recursos públicos, recursos sagrados y metas como interpretar aspiraciones sociales, ayudando a asumirlas desde una visión compartida de Colombia colectivamente construida.

    Con o sin creatividad, Mockus enfrenta ahora problemas administrativos concretos, que ya ponen en juego su alta popularidad (del ochenta por ciento de aceptación, contra el treinta del presidente Andrés Pastrana, según un reciente sondeo). Intenta encaminar una reforma tributaria y un profundo ajuste fiscal que, por ahora, ha dejado a más de cuatro mil empleados públicos sin trabajo.

    Y por otra parte, el gran flagelo colombiano: la violencia organizada, aparentemente sin fin. "Creo que tengo una ventaja -sospecha Mockus-: esos grupos desestabilizadores saben que estoy convencido de que los que utilizan la violencia suelen invocar argumentos admirables, de solidaridad y patriotismo. Si uno pudiera construir sobre esas cosas, lograría producir cambios muy positivos."

    Cuando se le menciona que para una sociedad tan sensibilizada por la violencia debe de ser difícil ver semejante aspecto optimista, concluye: "Sí, pero la metodología de talleres y equipos de trabajo para el rescate de lo positivo ya está dando resultados puntuales. La gente en Bogotá ha entendido que se puede educar no sólo desde el aula. La política es la acción pedagógica en su escala máxima".

  • The Critic. Hoy, discos.

    jools-holland-the-informer-453579-300x300.jpg“The Informer” Jools Holland.

    Nada sobra en este disco, salvo el disfrute de hacer música, que deriva en este caso (no siempre ocurre) en el disfrute de escuchar esa misma música. El conductor de uno de los mejores programas de televisión también conduce una orquesta que, por sobre todo, la pasa bien. Este disco tiene ya un par de años, pero en B.A. se distribuyó aparentemente ahora, por la visita de Holland. Y es doble: trae un CD en estudio y otro en vivo. Básicamente, la cosa va de rhythm and blues, como lo indica el nombre de la orquesta, pero, por lo que importa en este blog, incluye al menos dos (big-band-)ska y un reggae, con absoluto protagonismo de Rico Rodriguez, socio de Holland ya desde hace más de diez años.

    Hit: Love

    File under: the joy of music.

     

    sessiones.jpg“Naciendo otra vez” Sessiones.

    Va a ser difícil que en la lista de los mejores  temas de este año, al menos de la batea “reggae nac & pop”, no aparezca “Danza con cactus” bien arriba. Es el noveno track del tercer disco de Sessiones, que acaba de publicarse, y su autor no es Luciano, el guitarrista líder de la banda, sino el bajista. Y es un temazo, sin vueltas, quizás mi favorito de toda su discografía. Una especie de neo calipso de estructura hipnótica en el que se lucen las guitarras del propio Luciano y el invitado Eugene Grey. El resto del disco, no obstante, va para otro lado, netamente reggae (bueno, ya desde el nombre del grupo no podría ser de otra forma). Están Dread Mar I y Bonetto como cantantes invitados y hay un fino ska instrumental, al final del disco, también de autoría del señor del bajo, al que casualmente ayer sobre una longboard (¡!) por la Av de Mayo, en pleno festejo bicentenario. El notable “Dubitango”, el segundo track, aparecía en el compilado de este blog a fines del año pasado. En fin, es un gran disco de Sessiones, que, en lo personal, más me gusta cuando más se aleja del lugar de “banda refinada” y se juega más. “En un país en serio” (como suelen comenzar últimamente un montón de comentarios poco serios) Sessiones sería la backing band más requerida…

    Hit: Danza con cáctus

    File under: la reggae backing band de tus sueños.

     

    estereste.jpg“Tiempo para pensar” Esteban R Esteban.

    Esteban Rial intengró junto con su hermano, Santiago, Perdedores Pop, una increíble banda pop (obvio) durante cierta parte de los años noventa. Oriundos del conurbano sur, más precisamente de Adrogué, quedaron afuera de la movida sónica y del Nuevo Rock Argentino. Eran más chicos, eran más raros, eran más interesantes… Eventualmente se separaron y eventualmente Esteban se radicó en Ma drid. Santiago se quedó por el Sur y armó D Champions, con los que sacó ya varios discos de algo llamado “free pop” que por momentos resplandece y por momentos te lleva al lado oscuro, engañado. Esteban grabó, por su parte, canciones también pop de amores difíciles, cuando no imposibles o por lo menos no sustentables, bajo distintas denominaciones. Por qué hablar de él en un blog vinculado con el ska? Bueno, en principio porque es un gran amigo mío. Después, porque su actual socio creativo (el otro Esteban del nombre del grupo) es Esteban Osorio, de THC, banda que además aporta otros integrantes y ex integrantes a este disco. Fundamentalistas reggaeskalibanes, abstenerse. Amigos del indie americano algo noventoso, de la lírica inteligente, ya no sólo ingeniosa, y de Bob Dylan, no pueden fallar.

    Hit: Parte del arte.

    File unde: cantautor sensible.

     

    outra-coisa.jpg“Outra Coisa” Firebug.

    Firebug es la mejor banda de ska-reggae de San Pablo y este es su tercer disco, que acaba  de salir y que, según cierto rumor, podrían venir a presentar a Buenos Aires, muy pronto. O no. Lo concreto es que en el disco aparece Mimi Maura como invitada en un tema y a partir de esa relación Firebug estaría invitado a compartir shows con Mimi en Buenos Aires. Quién sabe.

    Es interesante la historia de Firebug y corre en paralelo con la de Satélite. En 1999 o 1998, ya no me acuerdo, Satélite viajó por primera vez a San Pablo. Ahí tocamos con los Toasters, que en ese viaje tenían a Victor Rice como sesionista en el bajo, por que no sé qué le había pasado al bajista original. Satélite quedó enganchado de por vida con San Pablo, tanto que volvimos cuatro veces más como banda y mil veces más como individuos. Lo mismo le pasó a Rice, que al poco tiempo volvió a San Pablo y se quedó a vivir ahí. Uno de sus primeros proyectos en el exilio fue el primer disco de Firebug, junto con el guitarrista y cantante Felipe Machado y con el baterista Rodrigo Cerqueira, roadie de los Paralamas, del que también Satélite se había hecho amigo allá por 1999 (o 1998). En los sucesivos viajes de Satélite tocaríamos con Firebug en San Pablo.

    Aunque ya no parte “formal” de la banda, Rice ha mezclado todos los discos de Firebug, por lo que su distinguible sonido es parte de la identidad del grupo. Sin embargo, la voz y las canciones de Machado son otra parte importantísima del la banda, que tiene temas tanto en portugués como en inglés. En este último disco, editado por otros amigos, el sello Radiola, están invitados Cedric Brooks, Kevin Batchelor, Chris Murray, Mimi, Glen Pine (Slackers) y algunos notables músicos brasileños.

    Hit: Afeganistao.

    File under: grandes canciones en un género donde no (siempre) abundan.

  • Sound Paulo! (re-reloaded)

    Sound Paulo 2010!

    Diario de gira, agradecimientos y otras confesiones

     

    Llegamos a Ezeiza a las 8.30 del sábado pasado para volar por quinta (quinta!) vez a San Pablo, Brasil con Satélite Kingston.

    Las anécdotas empezaron bastante temprano: en el aeropuerto nos encontramos con los Cadillacs, que se iban a Santiago de Chile para cumplir con el show que debían hacer justo aquella noche del terremoto de unas semanas atrás. Siperman me preguntó si llevaba alguno de sus “bebes”, refiriéndose a alguno de los fierrazos que le compré hace un tiempo. Pero le respondí que no, que tocaría con teclados alquilados allá. Y qué teclados!

    Mentiría si pretendiera no haberme sentido un poquito canchero al encontrarme con Siperman en Ezeiza, de alguna forma “igualados” por los viajes de respectivas bandas. Ja. Je.

    Nuestro vuelo de Tam salió a las 10.45 y dos horas y media más tarde aterrizaba en el aeropuerto de Guarulhos donde nos esperaba Bruno Lancelloti, el mayor agitador ska que conozco en Sudamérica; profesional, efectivo, confiable e imperturbable, y también, por todo eso, muy recomendable. Nos conocemos desde 1998, si no me equivoco.

    Del aeropuerto nos llevó directamente al hotel, donde apenas dejamos las cosas y nos fuimos a Farina, restaurante italiano donde siempre comemos. Al igual que el hotel, Farina queda en el Centro de San Pablo, megaciudad de diez millones de habitantes. El Centro es todo un tema. Tiene cuadras más o menos “normales”. Y tiene cuadras directamente intransitables, muy peli(grossas), altamente corruptas, entre zona roja y paraíso drogota; decadencia explícita y liberada. Obviamente, nuestros hoteles suelen quedar en las zonas “normales”, pero basta caminar cien metros para cruzarse con un aire denso y todo un elenco de víctimas del crack. Pintoresco.

    Ya comidos, volamos hacia la prueba de sonido del primer show, en el Sesc del barrio de Pompeia. Los Sesc son centros culturales y a veces deportivos de una especie de cámara de comercio paulista. Hay una docena de ellos y están realmente muy bien, son un modelo de gestión cultural del sector privado con un elemento fuertemente social. En términos de shows esto se traduce en: 1. Excelente infraestructura; 2. Interesante programación, al margen de lo comercial; 3. staff ultra competente y relajado; 4. precios muy, muy accesibles.

    Si a esto agregamos que uno de los mejores Sesc es el de Pompeia, queda claro lo bueno que era para nosotros tocar ahí; y, como prueba de fuego, absolutamente solos!!. De hecho, ya habíamos pasado por ese escenario hace unos tres años, en dos memorables noches con entradas agotadas, para mi los mejores shows en la historia de Satélite.

    Para mejor, en el escenario me esperaba, armado y encendido, un Nord Stage, que es un recontramegasuper teclado, frente al que me sentía como en el puente de mando del Enterprise.

    Prueba de sonido exprés y al camarín a esperar a la hora del show: 9 PM… A pesar de una fuerte tormenta, a las 9.10 (puntualidad Sesc) nos esperaban casi 500 personas. Tocamos casi dos horas y fue una intensa fiesta, con una noche especialmente encendida de Araceli, nuestra Miss Jamaica, y Machado, cantante de Firebug, invitado en nuetro “Liber” y en “You can get it if you really want”, bailando como si se terminara el mundo.

    Absolutamente electrificados, nos quedamos rondando por ahí, una vez terminado el show, mientras los paulistas hacían cola y compraban como… ¡¡cincuenta discos!! (contando sólo el último, “El enemigo”, pero también se llevaban copias de los anteriores).

    Cuento todo esto, sinceramente, no por jactarme de los logros de la banda. Si no más bien para pintar el panorama de una ciudad tan cercana y tan parecida a Buenos Aires, pero donde, no sé, hay como otra actitud hacia la música. Detesto quejarme desde el lugar de “músico incomprendido”, jamás lloro por supuesta falta de atención; me tiene y siempre me tuvo realmente sin cuidad la mayor o menor repercusión de lo que haga en cualquier sentido. Pero, dicho esto, no deja de sorprenderme lo que pasa con la música (la música en general, Satélite en particular) en San Pablo, y en Brasil.

    A la medianoche ya estábamos liberados. Algunos se fueron al hotel, se juntaron en una habitación a pasar el rato y después a dormir. Otros salieron. Y yo me fui a comer con un grupo de amigos paulistas, el mismo Bruno, Tadeu, Denis, Lele. A esa hora ya estaba sin voz, así que no muy tarde me fui a dormir también.

    Es que al otro día a las 9 AM ya estábamos en la van para viajar a la ciudad de Araracuara, en el mismo estado de San Pablo, pero a unos 200 y pico de km. Llegamos en cuatro horas al Sesc de esta ciudad, más deportivo y “familiero” que el de Pompeia. Otra vez, almuerzo, armado, prueba y show. En este caso, bastante más corto, de una hora, simplemente porque… teníamos que terminar, subir a la van y viajar de nuevo cuatro horas directo al aeropuerto para volver a Buenos Aires…

    En Araracuara el show fue un poco más tranquilo, lógicamente, y el público sensiblemente más familiar, quizás en parte porque era domingo y, encima, era el Día de la Madre (brasileña). No obstante, tuvo su onda también, y hasta algunos bailarines, como siempre. Y, para mejor, acá tenía para tocar el Tokai de Firebug. Tokai es una marca brasileña de órganos simil Hammond que realmente está buenísima y que es bastante rara de ver en Buenos Aires o en cualquier otro lado fuera de Brasil.

    En fin. Gracias San Pablo, Bruno, Radiola, Firebug… Ya los estamos extrañando…

  • Los Expedientes-In-Blog. Hoy, Los Atlantes

    Injustamente pasados por alto en “La manera correcta de gritar”, Los Atlantes son una de las bandas de ska argentinas de las que menos se sabe… en la Argentina. A decir verdad, la única vez que vi un disco suyo en una disquería fue… en México. Siempre me pareció muy bueno el nombre, siempre me intrigó un poco cómo hacían ska en la ciudad de Bahía Blanca (de allí son o eran) y siempre tuve la vaga idea de que JuanBrass y Jako Reggae solían comentarme que su líder, Claudio Meunier, era un personaje total.

    atlantes.JPGMientras hacía el libro-ska, obviamente pensé en contactar a Claudio, de quien luego sabría que también se dedicaba a la “investigación histórica”; en su caso, de la aeronáutica, tema sobre el que tiene varios libros escritos y en el que es un referente internacional.

    Como de movida no logré ubicarlo, luego dejé de intentarlo un poco con la justificación de que el trabajo estaba más bien centrado en Buenos Aires y alrededores; cubrir bien la historia de las bandas del Interior hubiera llevado mucho más tiempo.

    Sin embargo, la verdad es que esa decisión ahora me parece injusta. Particularmente en el caso de Los Atlantes, ya que tenían un par de discos editados; eso, de por sí, les daba chapa como para tener un lugar en el libro, más allá de la mención que tienen en la discografía.

    Lejos de protestar por el “ninguneo”, cierto día Claudio me contactó para conseguir el libro. Y, entonces sí, aproveché para preguntarle por su (para mi) enigmática banda.

    Esto es algo de lo que me contó:

    ¿Alguna situación en particular por la que empezaste a escuchar ska? Un disco, un amigo melómano, un clip en televisión…

    Dos cosas me marcaron. Una fue que estuve de vacaciones en Londres en 1981, a los 11 años. En el hotel Grosvenor, flasheaba con el atlantes1.JPGtelevisor porque en Bahía Blanca tenía sólo dos canales blanco y negro, y acá eran varios y a color. De pronto pasaron algo de una música que me daba ganas de saltar, y me dije en una especie de delirio, así, tipo sueño: “Me gustaría tocar eso”. Ni sabía el nombre del estilo, ni sabía qué cosa era un músico.

    De ese viaje, lo único que me traje fue un cassette que se llamaba “Pub Hits 2”, que incluía enganchados ska y reggae como “A message to you, rudie”, temas de Marley, Jimmy Cliff, etc.

    Después, ya en Bahía, lo primero que llegó a mis manos fue un cassette grabado con el primero de The Specials. Y también “Black and Dekker”, de Desmond Dekker, que me voló la cabeza. Sobre todo el tema “Please Dont Bend”. Llegué a grabarme un cassette con ese tema únicamente… ¡de los dos lados!


    ¿Qué pasaba entonces en términos musicales en Bahía Blanca?

    En Bahía no se sabía qué era ska. Excepto por alguna banda de covers pedorra, que tocaba un tema de Los Argentinos, uno de Patricia Sosa y una versión muy pop de "Silencio hospital", de los Cadillacs. La movida era casi nula, más allá de una banda dark llamada La Falsa Cruz. Había pocos instrumentos y de mala calidad. En 1983, 1984, tener una Fender era un sueño. Todo era un caos.

     

    ¿Cómo surgió la idea de armar el grupo?

    Cuando murió Luca Prodan me acuerdo que dejé de escuchar Sumo. Y un día, pasando por un disquería, vi el “Bares y fondas”. Sin haberlo escuchado, supe que ese era mi próximo disco. Ese mismo año, viajé a la Costa y ahí pude ver a los Cadillacs y a los Intocables, y también a Los Vaticanos y Pepe Albano y el Reviente. Volví a Bahía decidido a armar una banda, pero hasta 1988 no pude hacer nada. Nadie entendía nada, había que catequizar pibes con dos atlantes2.JPGcassettes…

    En Bahía Blanca no había nadie que fuera tan enfermo del ska como yo en ese momento. Recuerdo que un chico de apellido Miranda se ofreció a tocar el saxo alto y trajo, mostrándolo como el gran hallazgo, un cassette de Marley… También recuerdo que en el verano de 1984, con un calor que te rompía el ojete, mis viejos se fueron al campo. Un día, a las tres de la tarde, me toca timbre un tipo vendiendo cassettes. Y tenía “Signing off”, de UB40, tapa roja, me parece que editado por ATC. Había oído hablar de la banda, así que se lo compré. Es el día de hoy que es uno de los discos que más me gustan. 

    ¿Qué recordás del primer show?

    En realidad mi primer show en vivo fue con otra banda, Revoltosos, un intento de hacer ska. Aunque no entendíamos nada de los tiempos, de la forma de tocar la viola con cejilla, etc. Creo que el debut fue en la fiesta de egresado de un pibe que se recibía de médico. Fue muy caótico: vino, vino ,vino… Recuerdo que era en un salón en una planta baja de un edificio donde vivían milicos de la Federal, y cayó un patrullero. Llegué a casa como pude.

    ¿Entonces cómo empieza la historia de Los Atlantes? El nombre es muy bueno, por cierto…

    Después de Revoltosos me metí con una mina, me recluí. Lo clásico: me casé, me divorcié y volví. Recuerdo que canalicé todo ese momento pensando en armar una banda de ska. Aparte, entonces ya tenía más discos. Siempre me interesó más la cosa cultural, lo histórico de la escena, más que una canción en sí.

    Y empecé a armar Atlantes pensando en lo que tocaba cada tipo. Llevaba a una sala de ensayo flacos conocidos y les pedía que tocaran ciertas cosas, y les miraba la caripela, para ver si se copaban. Y así encontré pibes pilas, excepto por los bajistas, que siempre fuimos cambiando. Salvo el último, que llego de España y era fan de Victor Rice. Me acuerdo que entró con Fred Perry t Crrepatlantes3.JPGers y nos contó de la movida que veía en Europa… Tocó diez minutos y nos preguntó si se podía quedar. Y así fue: un gran amigo, Martincito.

    ¿Era argentino? ¿Dónde está el ahora?

    Sí, Martín es de Bahia y ahora vive en Barcelona. Hace poco me contactó para contarme que se volvía y que quería rearmar la banda. Si él no viene no creo que arranque…

    ¿Y el nombre?

    El nombre Atlantes lo puse porque creo en la reencarnación y creo que vengo de ahí. Había otras ideas de nombres, pero quedo ese. Me acuerdo que existía la posibilidad de estos dos nombres: Simon Patty y Los Panfletas.

    ¿Recordás cuál fue el primer tema que tocaste?

    Recuerdo el primer cover que toqué con un bajo: Night Boat to Cairo (del cassette nacional, tapa amarilla). Estuve un año haciéndolo solo al lado del equipo de música, tocándolo como si fuera en un escenario.

    ¿Hacían algún cover con Los Atlantes?

    Varios. Me acuerdo del tema “Haitian Fight Song”, de “Just a Feeling”; “It mek”, en version ska punk , “Garden of love” y “Gangsters”. Una deuda pendiente siempre fue “Ghost town”. Qué lindo tema para tocar…

    ¿Cuál dirías que fue el mejor show de la banda?

    El mejor show fue en un lugar llamado James Dean. Le tomamos al dueño todo el stock de cerveza, tocamos y zapamos con la gente borracha por cuatro horas con el dueño en la barra mamado, llorando y diciendo que tenía que cerrar, regalando los tragos hasta de coca. Ah, y encima cobramos entrada, nos fuimos con guita y cuando cargamos nos llevamos un par de sillas de calle con el logo de Quilmes.

    ¿Por qué y cuándo se separaron?

    Nos separamos cuando cayó De la Rua, cuando todo se transformó a dólar y nosotros éramos la única banda de la ciudad con equipos Fender, caños Selmer, micros Shure, etc… A eso sumale que en ese momento el exceso dentro del ambiente había hecho una mella personal en unos cuantos. Y eso generó que todo terminara rápido.

    A partir de verlos a ustedes, ¿alguien en Bahía comenzó a interesarse en el ska?

    No, no creo, no hubo otras bandas…

    Nota 1: Esta es una página con toda la información sobre el trabajo de historiados, no musical de Meunier.

    Nota 2: Según Claudio, las fotos que ilustran este post "son de 1999 tomadas en un festival de bandas en pigue para el dia de la primavera que hacia bajo cero recontra cagados de frio".

  • Skabu Club / Sombrero Simbel

    Viernes 30 de abril de 2010. Sombrero Club en el Salón Pueyrredón, reviviendo un tema de Skabu Simbel, con el saxo de aquella banda, Bona.