Sound Paulo 2010!
Diario de gira, agradecimientos y otras confesiones
Llegamos a Ezeiza a las 8.30 del sábado pasado para volar por quinta (quinta!) vez a San Pablo, Brasil con Satélite Kingston.
Las anécdotas empezaron bastante temprano: en el aeropuerto nos encontramos con los Cadillacs, que se iban a Santiago de Chile para cumplir con el show que debían hacer justo aquella noche del terremoto de unas semanas atrás. Siperman me preguntó si llevaba alguno de sus “bebes”, refiriéndose a alguno de los fierrazos que le compré hace un tiempo. Pero le respondí que no, que tocaría con teclados alquilados allá. Y qué teclados!
Mentiría si pretendiera no haberme sentido un poquito canchero al encontrarme con Siperman en Ezeiza, de alguna forma “igualados” por los viajes de respectivas bandas. Ja. Je.
Nuestro vuelo de Tam salió a las 10.45 y dos horas y media más tarde aterrizaba en el aeropuerto de Guarulhos donde nos esperaba Bruno Lancelloti, el mayor agitador ska que conozco en Sudamérica; profesional, efectivo, confiable e imperturbable, y también, por todo eso, muy recomendable. Nos conocemos desde 1998, si no me equivoco.
Del aeropuerto nos llevó directamente al hotel, donde apenas dejamos las cosas y nos fuimos a Farina, restaurante italiano donde siempre comemos. Al igual que el hotel, Farina queda en el Centro de San Pablo, megaciudad de diez millones de habitantes. El Centro es todo un tema. Tiene cuadras más o menos “normales”. Y tiene cuadras directamente intransitables, muy peli(grossas), altamente corruptas, entre zona roja y paraíso drogota; decadencia explícita y liberada. Obviamente, nuestros hoteles suelen quedar en las zonas “normales”, pero basta caminar cien metros para cruzarse con un aire denso y todo un elenco de víctimas del crack. Pintoresco.
Ya comidos, volamos hacia la prueba de sonido del primer show, en el Sesc del barrio de Pompeia. Los Sesc son centros culturales y a veces deportivos de una especie de cámara de comercio paulista. Hay una docena de ellos y están realmente muy bien, son un modelo de gestión cultural del sector privado con un elemento fuertemente social. En términos de shows esto se traduce en: 1. Excelente infraestructura; 2. Interesante programación, al margen de lo comercial; 3. staff ultra competente y relajado; 4. precios muy, muy accesibles.
Si a esto agregamos que uno de los mejores Sesc es el de Pompeia, queda claro lo bueno que era para nosotros tocar ahí; y, como prueba de fuego, absolutamente solos!!. De hecho, ya habíamos pasado por ese escenario hace unos tres años, en dos memorables noches con entradas agotadas, para mi los mejores shows en la historia de Satélite.
Para mejor, en el escenario me esperaba, armado y encendido, un Nord Stage, que es un recontramegasuper teclado, frente al que me sentía como en el puente de mando del Enterprise.
Prueba de sonido exprés y al camarín a esperar a la hora del show: 9 PM… A pesar de una fuerte tormenta, a las 9.10 (puntualidad Sesc) nos esperaban casi 500 personas. Tocamos casi dos horas y fue una intensa fiesta, con una noche especialmente encendida de Araceli, nuestra Miss Jamaica, y Machado, cantante de Firebug, invitado en nuetro “Liber” y en “You can get it if you really want”, bailando como si se terminara el mundo.
Absolutamente electrificados, nos quedamos rondando por ahí, una vez terminado el show, mientras los paulistas hacían cola y compraban como… ¡¡cincuenta discos!! (contando sólo el último, “El enemigo”, pero también se llevaban copias de los anteriores).
Cuento todo esto, sinceramente, no por jactarme de los logros de la banda. Si no más bien para pintar el panorama de una ciudad tan cercana y tan parecida a Buenos Aires, pero donde, no sé, hay como otra actitud hacia la música. Detesto quejarme desde el lugar de “músico incomprendido”, jamás lloro por supuesta falta de atención; me tiene y siempre me tuvo realmente sin cuidad la mayor o menor repercusión de lo que haga en cualquier sentido. Pero, dicho esto, no deja de sorprenderme lo que pasa con la música (la música en general, Satélite en particular) en San Pablo, y en Brasil.
A la medianoche ya estábamos liberados. Algunos se fueron al hotel, se juntaron en una habitación a pasar el rato y después a dormir. Otros salieron. Y yo me fui a comer con un grupo de amigos paulistas, el mismo Bruno, Tadeu, Denis, Lele. A esa hora ya estaba sin voz, así que no muy tarde me fui a dormir también.
Es que al otro día a las 9 AM ya estábamos en la van para viajar a la ciudad de Araracuara, en el mismo estado de San Pablo, pero a unos 200 y pico de km. Llegamos en cuatro horas al Sesc de esta ciudad, más deportivo y “familiero” que el de Pompeia. Otra vez, almuerzo, armado, prueba y show. En este caso, bastante más corto, de una hora, simplemente porque… teníamos que terminar, subir a la van y viajar de nuevo cuatro horas directo al aeropuerto para volver a Buenos Aires…
En Araracuara el show fue un poco más tranquilo, lógicamente, y el público sensiblemente más familiar, quizás en parte porque era domingo y, encima, era el Día de la Madre (brasileña). No obstante, tuvo su onda también, y hasta algunos bailarines, como siempre. Y, para mejor, acá tenía para tocar el Tokai de Firebug. Tokai es una marca brasileña de órganos simil Hammond que realmente está buenísima y que es bastante rara de ver en Buenos Aires o en cualquier otro lado fuera de Brasil.
En fin. Gracias San Pablo, Bruno, Radiola, Firebug… Ya los estamos extrañando…