Creo que no hay guías de El Salvador en las librería porteñas. Y es raro que alguien te cuente en Buenos Aires que se va de vacaciones a ese país, a diferencia de Costa Rica y hasta Guatemala, que son bastante más frecuentados... Lógico: en realidad, prácticamente no hubo "industria turística" en El Salvador, el país más chico de Centroamérica (y el único que sólo tiene costa sobre el pacífico), hasta hace un par de años.
Así que cuando llegás acá todo es nuevo, mientras tarareas aquello de "qué pasa en el Salvador...", de La Polla Records (Dios salva a la cultura general punk). Y estas son las primeras cosas que aprendés:
1. La principal fuente de ingresos de El Salvador son las remesas que envían los salvadoreños que viven en Estados Unidos. La población del país es de unos seis millones de habitantes. En Estados Unidos hay dos millones de salvadoreños que mueven la economía de su país de origen, que está totalmente dolarizada.
2. La comida más caracteristica de El Salvador tiene un nombre curioso y poco alentador: pupusa. Es el equivalente a la arepa venezolana: una tortilla de maiz que puede ir rellena de queso o porotos, entre otras cosas. Hay pupuserías por todos lados y las pupusas se comen de desayuno o de cena, lo mismo da.
3. A El Salvador algunos le dicen el "país de los 30 minutos" porque todo queda muy, muy cerca. El pequeño territorio de El Salvador está poblado por, además de salvadoreños, volcanes. Hay muchos de ellos, como 200, y algunos están en actividad. La historia (y quizás los ánimos) del país está marcada por las erupciones y los movimientos sísmicos y los desastres que esto ocasiona. El último terremoto en San Salvador se sintió el sábado pasado, pero la vida sigue.
4. El Salvador, esto sí lo sabemos todos, vivió en una especie de guerra civil de doce años, en la que se enfrentaron el gobierno de derecha con la guerrilla de izquierda del Frente Farabundo Martí Para la Liberación Nacional (FMLN). Después de la paz, firmada a principios de los 90, siguieron gobiernos de derecha. Pero en las próximas elecciones se espera que la izquierda pase al frente. De hecho, la acaldía de San Salvador es socialista.
5. Las maras. Casi como quienes visitan Argentina preguntan por la carne y el fútbol o quienes llegan a México quieren probar tacos, acá todos queremos saber de las maras, esas megapandillas que se hicieron famosísimas hace unos años por temibles, sanguinarias y organizadas y tatuadas y absolutamente iconoclastas. Tienen una historia súper compleja. Su origen está en Los Angeles, junto a los pandilleros chicanos, y su cultura fue importada a El Salvador por miles de pandilleros salvadoreños que fueron deportados de los Estados Unidos a su país natal. De vuelta en los suburbios pobres de la capital, los gangasta se reorganizaron pero, en casa, y realmente parece que le hicieron la vida bastante menos agradable a los salvadoreños, que venían de guerra civil, erupciones volcánicas, migraciones en masa y una pobreza inesquivable. Las maras también se sirvieron de la mano de obra desocupada de posguerra y también se extendieron a Guatemala y Honduras. Apenas un par de años atrás, el gobierno salvadoreño tomó la delantera regional en cuanto a la mano dura para erradicar las maras. Como los "mareros" se caracterizan o caracterizaban por sus tatuajes tipo carcelarios del dedo gordo del pie hasta la frente, casi como maoríes postapocalípticos, parece que en los días de limpieza tener un tatuaje, fueras o no de la Mara Salvatrucha o la Mara 18 (las dos principales y facciones) podía implicar graves problemas con la policía, que decididamente no tiene ningún tipo de respeto por las últimas tendencias de "body art".
6. Con todo esto (y todo lo que falta), se entiende por qué el país hasta ahora no era exactamente turístico. Un dato curioso es que la primera camada de guías turísticos de carrera... todavía no se recibió. Ahora mismo están cursando su último semestre. El ministerio de turismo se creó en 2005 y no hubo plan turístico formal hasta 2006. La primera campaña fuerte ("Salvador impresionante") acaba de lanzarse. Alguno pensará o incluso dirá, "bueno, adiós a un lugar no contaminado por el negocio multinacional de esta industria". Algo de razón tendrá, pero lo cierto es que El Salvador necesita urgentemente vivir de algo más que el dinero que envían sus exiliados en Estados Unidos.