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Satelite Kingston - Page 4

  • Más Hamptons & Ticketek

    En sólo una semana, hubo mucha música en Buenos Aires. Bueno, supongo que siempre la hay. Pero, en fin, en este caso en particular se trata de música que le interesa a uno y a algunos amigos. Y de la mano de grupos nuevos, cosa que particularmente siempre me gustó mucho. El jueves pasado, con The Crabs Corporation, y su earlysoulmodstompingreggae, con una decena de temas en media hora, en el elegante Le Bar del microcentro. Estuvo bueno, pero me gustaría ver esto ahora, de nuevo, en un show con más "rock", con menos sillas y mesas.

    Al otro día, el viernes, con Satélite Kingston, tocaron The Diega & The No Vocals, que estuvieron realmente... inspiradores! Es una banda que hay que ver y escuchar, ahora.

    Y el jueves último, otra vez con Satélite Kingston, tocaron Los Hamptons, con su impecable trío de voces al frente. Acá, la versión de Hammer junto con Satélite.

    En otro orden de cosas, unos amigos me pidieron que les compre entradas para una de las fechas del festival Pepsi (era el Pepsi?). Fui a la ventanilla personalmente y pedí tres tickets. Cada uno costaba 130 pesos. Pero te agregan 20 pesos más en concepto de "servicio de venta" o algo así. Si uno va a comprar cigarrilos, ¿el quiosquero le cobra el precio del atado más 3 pesos por el acto en sí de vendérselo? Y, peor: si uno se lleva tres atados de cigarrilos, ¿el quiosquero cobra TRES veces por su (modestísimo) servicio?
    Es absurdo, como se mire. En todo producto que se comercializa, creo yo, se incluyen todos los costos (desde la materia prima hasta la fabricación y la distribución) en el precio final de venta al público. Qué es esto de que las entradas para un show tengan una "tasa" extra? Si el servicio consistiera en que uno compra por teléfono y la compañía X se las envía a la casa, bueno, podría entenderse. Aunque así y todo 20 pesos sería desproporcionado. Pero que te cobren 5 dólares por pasarte un papelito por el agujero de un vidrio... Es casi inmoral. Qué bueno que no me interesa una sola banda de las que tocan en este evento...

  • Taitung Blues

    A Patricio no le importa nada. Pero nada de nada. Quién sabe qué está haciendo en este pueblo perdido en la costa sudeste de la isla de Taiwan o Formosa. Es la parte más pobre del país y también la de mayor población aborigen, particularmente de la tribu de los Amis. Pero es difícil saber quién es o de dónde viene Patricio, porque contesta y habla sólo de lo que quiere. Me acerco a preguntarle por su remera de "Fuck China" y me contesta bastante mal en el típico inglés de los mexicanos de Los Angeles. Después cuenta que vivió como 18 años en México y después algún tiempo más en Estados Unidos. No hay que conocerlo para darse cuenta que estos datos podrían ser exactos... o no. Pero lo cierto es que se larga a hablar en castellano y sí, evidentemente pasó un buen tiempo en el país del Chavo. "Yo los inventé a todos esos cabrones!", empieza a gritar cuando se acuerda de sus años en la entonces incipiente escena reggae chilanga. Vaya a saber... Su remera roja, además de "Fuck China" dice "reggae productions". Y en el bar en el que estamos vende unos cuandos discos jamaiquinos: dub, reggae, Alton Ellis, Scientist...

    Este Patricio fabrica sus propias guitarras. Acá tiene dos. Una de lata y otra hecha con una caja de cigarros cubanos. Bien "New Orleans style". Suenan bien. Dice que las vende a 300 dólares, que es como no venderlas y listo. Tiene también un amplificador armado en una lata tipo cartuchera escolar, que, en cambio, suena horrible. Y se larga a tocar y cantar. Se le ve la boca roja mientras fuma y sigue cantando para unos tipos medio borrachos. Alguien cuenta que uno de los borrachines compró este bar anoche, justamente. Por la boca roja, pienso que está sangrando y empiezo a preocuparme, pero, según me entero después, está chupando un fruto típico de las islas, conocido en inglés como Beetle Fruit, que consumen como en la Puna se masca coca.

    Un taiwanés aborigen que creció en México, fabrica guitarras tipo New Orleáns y toca música jamaiquina. De dónde salen estos personajes?

  • Mi vida con Tonino III

    satelite en estudio 009baja.jpgEscucho que alguien dice "los de la banda, que esté listos porque por ahí tocan uno más!". Lo escucho desde un baño del subsuelo de la Trastienda, detrás del escenario, y en el submundo del aftershow. Sigo en el baño, y Tonino Carotone sigue haciendo un bonus track de su apoteótico show porteño con el guitarrista Simone. Salgo del baño y me alisto por si hay que volver al escenario. Por mi, haría los 20 temas otra vez, uno por uno. Sería una gran oportunidad de enmendar los pifies que sé que cometí. Pero por sobre todo sería una chance de alargar un instante de felicidad.

    Pero no volvemos. Tonino y Simone terminan la faena. Aunque si a Tonino lo dejan, yo creo que sigue toda la noche. Y si nos dejan a los demás, lo seguimos al mismo infierno, si es que en el infierno hay bebidas frías y buena música.

    satelite en estudio 011baja.jpgEn lugar de eso, nos vamos a dormir. Pero, al menos, con el recuerdo, con la foto, de un show recontraintenso. Tonino, qué personaje. Hasta para perderse es elegante. Si los ensayos andaban más o menos bien, en vivo la cosa explotó exponencialmente. Este hombre no improvisa, al menos no sin saber exactamente lo que hace. Simone, su guitarrista, su capitán, en medio de un tema se daba vuelta, nos miraba y se hacía la seña de la cruz, como diciendo "Dios sabe qué pasará ahora..." Creo que una sola de esas miradas vale por un año de profesor de piano...

    Fue una noche llena de clips históricos. Recuerdo, por ejemplo, a Tonino en el camarín contando una larga historia del autor de "Cuando calienta el sol...", un tano. PArece que el tano este se estaba quedando pelado. Entonces usaba un sombrero. Un día, en un show, un tipo del público le arrebató el sombrero. Y el tío abandonó la música. Hoy tiene una empresa de remises en Nueva York. Así lo contaba Tonino, sino con certeza, al menos con gracia. Mondo Dificile, Vita Intensa...

    Tengo la foto de Tonino retorciéndose en el escenario. Es tan claro que ni en un solo momento el tipo está pensando "a ver, toco esto así la gente baila", que me da un poco de pudor por el resto del gremio musiquero. Este Tonino pone las cosas en su lugar.

     

  • Estado de estudio = estado de gracia

    El título no se refiere al momento de preparar un examen sino al período de grabación de un disco; a mi modesto saber y entender, la mejor parte de tocar en una banda.

    Mejor que tocar en vivo. Bueno, lo que pasa es que se toca en vivo (en general) mucho más seguido de lo que se graban discos. Por eso se termina anhelando más lo que no se hace tanto. Que es grabar. Y si es un buen estudio con una buena "situación", tanto mejor.

    Es el caso de Satélite Kingston por estos días, que se encuentra registrando temas para un futuro... quinto disco! Cinco, un buen número para banda de ska nacional, sin duda. En Fuera del Túnel, un interesantísimo estudio de Flores, sobre la avenida Boyacá, tres cuadras después de dejar de ser Carabobo, hay listos ya algo así como trece temas entre canciones, instrumentales, covers y algún experimento extra, con producción del propio grupo. Y estamos todos muy satisfechos, pensando, como toda banda, que este es el mejor disco que logramos hasta ahora. Como toda banda con disco nuevo.

    Pero lo mejor de un disco no son sus temas, ni su sonido, ni sus intérpretes, ni sus solos, ni sus ideas de producción, ni su mezcla, ni su mastering, ni su tapa, ni el catering, ni la mesa de pool o la máquina de café del estudio, ni las empanadas de la pizzería de enfrente...

    Lo mejor de un disco es... el hecho de estar grabándolo. La suspensión de la realidad en ese instante es algo notable. En el "momento Rec" no hay nada, pero nada de nada, "afuera" de una canción, afuera de lo que se está tocando. Al menos esa es la actitud con la que esto debería hacerse. Y, en mi opinión, la suspención de la realidad es justamente una de las pocos atajos ciertos hacia un estado de felicidad plena. Aunque dure apenas tres minutos y medio. La diferencia con otros métodos (más normales) es que, en este, no hay consecuencias negativas (en general, al menos para uno mismo; muchas veces el resto del mundo sí sufre bastante).

    Y es el momento en que todo es posible. Aunque, claro, las posibilidades de un no son para nada infinitas, ni muchísimo menos. Pero, bueno, la música está ahí, y grabar es una nueva oportunidad de acercarse a ella. Con una orquetsa sinfónica o con dos maderitas. Una de esas aisladas oportunidades, que hay que procurar aprovechar como si fuera la última, porque nunca se sabe. Es una ficha más, y uno siempre piensa "esta tiene que ser la buena". Y ahí se manda, a ver qué pasa.

    Lo que el mundo entienda de esto después es otra cosa. Histórico, horrible o intrascendente, una vez que el disco se termina ya no es una quimera, sino que es una cajita de plástico con una cosa adentro que suena a no sé qué. Es algo material y vulgar, y poco tiene que ver con su incontrolable, en un punto (en un punto, finalmente) aleatoria gestación. Ya no es la felicidad, aunque a veces (a veces), entonces sí, pase a darle felicidad a los demás.

  • Ser padres (ska) hoy

    Ah, el periodismo participativo... Esto sí que fue un buen ejemplo de comunidad multimedia 2.0: una persona a la que conocí simplemente por comentar más o menos seguido en este blog, termina haciendo una crónica con texto, fotos y hasta video del regreso de los Specials. Eso debería ser el futuro de este blog...

    Aclaremos que las empresas periodísticas tradicionales de este país en este mismo momento están gastando fortunas para lograr algo así. Acá no costó mucho más que una cerveza que tomamos hace un tiempo con Chikito en un pub de Londres. Y pagó él!

    Pero quería hablar de otra cosa. En su crónica del show de Specials, Chikito comentaba sobre los viejos rude boys que había visto en el público. Y sobre este fenómeno escribió también el comediante-DJ-historietista británico Phill Jupitos, que además es fan de los Magníficos de Coventry, y cubrió uno de sus shows para el Times Online. Cuando lo leí enseguida pensé que a ustedes les gustaría.
    Así que acá va una especie de traducción de la nota. Talkin' bout my generation...


    Por más de tres décadas, los shows de música en vivo han sido las situaciones en las que más feliz he sido. Y a medida que crezco, atesoro la sudorosa intimidad de un concierto. Las bandas van y vienen, pero los gigs son siempre iguales. Los baños siguen estando sobrepoblados, la cerveza es demasiado cara, los patovicas son mala onda y la música es demasiado fuerte. El único cambio es que las remeras que se venden parecerían haberse achicado. Pero me siguen encantando…

    old.jpgAsí que vamos a la primera noche del tour reunión de los Specials en Newcastle. El local estaba repleto de un nuevo subgénero cultural al que yo llamo “los papás ska” (“ska dads”). Tipos que a principios de los ochenta bailaban en conciertos de Madness, Bad Manners, The Beat, The Selecter, The Bodysnatchers y, por cierto, los mismos Specials.

    Estos hombres han envejecido y han tenido hijos. Chicos a los que ellos quieren infectar con los mismos ritmos de su juventud. Durante los setenta y los ochenta, los únicos papás que veías en un recital de rock estaban afuera, parados junto a un Volvo familiar esperando que sus transpirados hijos salieran. Hoy, en cambio, ya es costumbre ver padres sonrientes moviendo el pie en el fondo de un show mientras sus chicos encaran para adelante, sino para hacer mosh al menos sí para huir del papelón de quedarse con mamá y papá.

    Yo mismo intenté imponerle el ska a mis hijas mientras las llevaba en auto al colegio. Les ponía un muy cuidado compilado en el stereo del coche. Pero en cuanto comenzaba a sonar “Phoenix City”, de Roland Alphonso, las nenas protestaban: “Papaaaaaaaaa, no nos gusta el ska!” Las cosas se pusieron peor cuando apresuradamente compré un palco en el Albert Hall para ver a Madness. Ahí, mis hijas respondieron a este otro brusco intento quedándose dormidas durante “House of Fun”. Y esa es una historia real.

    Algunos Papá Ska se han dado cuenta que cuando engordás y perdés el pelo, el look skinhead es perfecto. Simplemente tenés que conseguirte Fred Perrys y Ben Shermans bien grandes, unos Levis extra large, mocasines y listo. Los góticos pelados y gordos sencillamente no van. Los mods con exceso de peso no se ven bien en sus trajes. Pero con un skinhead gordo está todo bien. Aunque lamentablemente algunos adultos gordos y pelados pretenden hacerse pasar por skinheads de siempre porque vieron “This is England” y se compraron un box set de Trojan, a pesar de que los únicos shows a los que fueron en los ochenta fueron de Thompson Twins y Billy Ocean. Ustedes saben quienes son.