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  • La oferta de la semana

    La remera dice "Feria de discos raros", tiene el dibujo de un vinilo en las manos de un probable coleccionista agarrándolo. Anuncia que la feria es en la "Bay Area", es decir en San Francisco, y dice que se hace los sábados "todo el día". Discos nuevos y usados. Más o menos eso.

    El conjunto podría ser el contenido de un típico volante de una feria de discos. Pero no, es sólo la ilustración de una remera que por estos días se consigue en Buenos Aires en... los supermercados Coto!! Por gentileza de la marca supermercadera "Top".

    El precio, 35 pesos, es decir unos 8 dólares y pico, no? Imposible no llevarla!

    No digo que sea una maravilla del diseño, pero... a qué creativo se le habrá ocurrido que esto de las ferias de vinilos raros era un motivo ideal para vender muchísimas remeras en Saavedra, entre otros barrios capitalinos?

    Probablemente yo haya sido en único en comprarles una... Y, además, el hallazgo me hizo acordar a algo. Hace unos años, en un hipermercado de San Pablo, vendían remeras de Skatalites y de Gaz Rockin´Blues (!!!), hechas por la marca de ropa berreta del propio súper.

    La verdad, no estaban muy buenas que digamos, pero era realmente intrigante cómo demonios se les había ocurrido a los diseñadores de esta ropa, más bien estándar, hacer una "colección" de este tipo. Uno tiene a pensar que la única posibilidad de que algo así ocurra es que a un hijo del dueño del súper se le haya dado por el ska...

    Entonces, será que Alfredo Coto tiene un hijo coleccionista de vinilos raros, que se gasta la plata del padre en ferias de discos usados en San Francisco?

     

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    PD: Chikito, hace años me sugeriste hacer un post de remeras... Lentamente me pongo al día con el pedido.

     

     

     

     

  • Las cosas Claras

    HORNADITAS.- La Argentina es un país algo periférico respecto del gran orden mundial. Jujuy es una de sus provincias más pequeñas. Hornaditas es un mínimo caserío jujeño, 17 kilómetros al norte de Humahuaca. Y la casa de Clara y Héctor Lamas queda en las afueras de Hornaditas.

    Casi nadie en el mundo y poca gente en la Argentina sabe de la existencia de Hornaditas, ni mucho menos de sus suburbios. Hay que activar mucho el zoom en el mapa hasta llegar a este rancho. Y, sin embargo, Clara y Héctor se las están arreglando para dejar una huella en su comunidad y también en viajeros de otras partes de la Argentina y del planeta.

    Todo empezó hace unos ocho años, cuando a Clarita, como la conocen en el pueblo, se le ocurrió que podría recibir a turistas en su modesto rancho junto al río Grande, en el dramático y a la vez suspendido paisaje humahuaqueño. No tenía habitaciones para huéspedes ni había estudiado turismo en Suiza ni en Buenos Aires ni en San Salvador de Jujuy ni en Hornaditas. Pero tenía ganas.

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    Desde su rincón, escondido del resto del mundo, empezó a hacer contactos y a buscarle la vuelta al asunto. Les propuso a varios hoteles de Humahuaca y de Tilcara que le mandaran gente para pasar el día y vivir una experiencia de turismo rural, como una excursión diferente.

    En Tilcara no tuvo mucho éxito, pero de Humahuaca empezaron a enviarle turistas, de a poco. Primero, unos chicos porteños. Después, alguna familia cordobesa. Más tarde, unos estudiantes franceses, un mochilero canadiense...

    Siete camas

    Cuando se habla de turismo rural en la Argentina se piensa más bien en una jornada de campo en un noble casco bonaerense rodeado de arboledas diseñadas por Carlos Thays, entre gauchos producidos y muebles que algún bisabuelo trajo de Francia.

    Clara, tan bajita como inquieta y risueña, entendía por turismo rural algo un poco distinto: compartir con las visitas el cuidado de sus cabras, el teñido de la lana, la preparación del queso, un asado, un mate cocido, la recolección de yuyos medicinales en el monte, larguísimas caminatas por la montaña y cualquier otro ingrediente de la sencilla rutina familiar.

    No se podría decir que antes de empezar la emprendedora tuviera más que cierta debilidad por las personas y por el hecho de compartir. Pero la verdad es que eso solo le alcanzó para encauzar uno de los proyectos turísticos más simples, originales y exitosos de Humahuaca, de Jujuy y probablemente de la Argentina.

    En las siete camas con las que hoy cuentan, los Lamas han tenido huéspedes por un día y también por cinco meses. "¡Una chica francesa ya estuvo acá seis veces! Y una familia porteña viene hasta dos veces por año", cuenta Clarita, dueña de un entusiasmo imparable, poco habitual. "Nosotros los recibimos, pero no cambiamos nada de lo que hacemos normalmente -explica mientras sirve un té de rica-rica en su cocina-: las visitas nos acompañan tanto a ordeñar las cabras como al velorio de un vecino"

    No hubo muchos más cambios en el rancho. Con ayuda de algún vecino, Héctor Lamas levantó una habitación más y colocó accesorios hasta ahora ausentes en el cuarto de baño. Pero no instaló ninguna señalización identificatoria del sitio, ni siquiera sobre la ruta. "El que tiene que llegar, llega -razona Clara-. Los tatas guían al que viene con buenas intenciones y no dejan llegar al que viene con malos pensamientos."

    Cocinas, sí; libros también

    El año último, Clarita decidió que le vendría muy bien contar con una cocina solar en el rancho. Era muy conveniente, en términos prácticos, económicos y ecológicos. Y, además, sería muy interesante para mostrársela a las visitas.

    Rastreó entonces a un francés que las fabrica y vende en Salta. "Nos encontramos en la terminal de colectivos. Pero cuando me dijo el precio de las cocinas, le contesté que para nosotros era imposible de pagar. Y enseguida me propuso algo: si yo conseguía los materiales, él vendría a Hornaditas a enseñarnos cómo armar la cocina solar nosotros mismos."

    Hoy, en la casa de los Lamas se prepara desde el pan hasta el asado en la famosa cocina solar. Pero el efecto de las obsesiones de Clarita suele amplificarse: por lo tanto, en el pueblo de Hornaditas hay otros 49 aparatos similares, casi tantos como casas.

    Después se encontró con que muchos turistas, al partir, solían dejarle sus libros en el rancho. Pensó entonces que si juntaba más ya tendría una biblioteca para Hornaditas. "Así que cuando me preguntaban si necesitábamos algo en el pueblo, empecé a decir que nos vendrían bien los libros. Ahora ya tenemos 3000 en una salita que se hizo especialmente. Aceptamos todo tipo de libros y si nos llega uno repetido, lo donamos a otra comunidad", resume sin disimular su orgullo y hasta canchereando un poco. Si Clarita hubiera nacido en Estados Unidos y hubiera ido a Harvard, ¿habría inventado Facebook?

    No hay derecho

    Con el mismo empuje, su preocupación ahora pasa por los aspectos legales de la actividad. "No hay legislación para lo que hacemos. No puede ser que se nos pida lo mismo que a un hotel o a una estancia. Lo que hacemos nosotros es muy distinto, cualquiera se da cuenta. No se puede pretender que tengamos toda la ropa de cama igual...", es su descargo a propósito de los estándares de hotelería, que, le han advertido, podrían exigirle formalmente. "Es como con los tejidos: acá cada mujer teje a su manera, como lo aprendió de su madre y de su abuela -dice-. Para mí es lo mismo: yo recibo a la gente como mejor sé."

  • Ocurrió en Saavedra

    saavedra 054baja.jpgVivo en un barrio de clase media, despojado, o más bien libre de la mínima cuota de glamour y o drama características de otros barrios. Saavedra es un barrio bajo, pero no en el sentido típico del término, sino por sus discretas construcciones de escasa altura. Casas, en muchos casos del tipo “chorizo”, típicamente porteñas y típicamente de otros tiempos.
    En ese contexto, la calle en la que yo vivo es una calle típica de Saavedra. Y la cuadra en la que yo vivo es una cuadra típica de esa calle.
    La mayoría de mis vecinos debe estar entre los 60 y los 80 años. Y por edad, por aspecto y por rutinas, parecen estar jubilados. Los anteriores propietarios de mi casa, un empresario holandés y una maquilladora argentina, relativamente jóvenes, con un período anterior de residencia en el sudeste asiático, debían sentirse bastante fuera de lugar en este barrio, en esta calle, en esta cuadra y en esta casa. De hecho, no lo disimulaban: durante nuestra transacción se referían a Saavedra como “el barrio Coccoon” y se mostraban disgustados con el perfil de los vecinos, con su tiempo libre para ocuparse de los asuntos del prójimo, con sus intromisiones. Y eso que querían vender. Entiendo por qué.
    Así las cosas, en los últimos días sucedió algo no tan rutinario en esta parte de la ciudad. Uno de mis vecinos, que vivía justo frente a mi puerta, murió.

    saavedra 053baja.jpgEsto no es raro por sí solo, desde ya. El tema es que se trataba de un hombre especial. De unos 70 años, en apariencia, pelado de cara blanca, panzón, estatura ligeramente debajo de la media, solía pasar las horas de sol sentado en el escalón de la puerta de su casa. Una de sus esas casas de las que hablaba antes, porteña hasta la cerradura: una planta, sin jardín al frente, revestimiento de piedra blanca o grisácea, un puerta de entrada simple y otra puerta para un auto, que tenía su cartel de “prohibido estacionar, garage”, pero que no guardaba coche alguno. La vereda ni siquiera contaba con el desnivel necesario para que un vehiculo acceda a la propiedad en condiciones normales.
    El hombre ostentaba un aspecto invariablemente desalineado. Era difícil precisar si contaría en su casa con agua corriente o cuarto de baño. Y tenía cierta facilidad para las combinaciones de vestuario menos probables (ojotas con medias, por ejemplo).

    Y un detalle más: el hombre era mudo. Cada vez que me veía salir de casa, me saludaba con una mano en alto y un intento fallido, pero sincero, de sonrisa. En ocasiones, cuando era de mañana, además de saludarme me avisaba si había olvidado de apagar la luz que por la noche ilumina mi puerta. Para esto, me alertaba con unos cuantos gestos agitados y con unos sonidos que no calificarían para el sustantivo “voz”.
    Así fue como supe que el vecino no podía hablar. Parecía satisfecho con esta especie de función que tenía, de avisarme lo de la luz. Y a mi me parecía una actitud algo cándida de su parte. Me recordaba a mi mismo, a los 7, 8 años, ansioso por avisarle a mi abuela si una de sus gallinas había puesto un huevo en el fondo de la casa…
    Una noche, hace unas semanas, a eso de las nueve, se colaron por la ventana de mi living las luces de un patrullero. Me asomé entre las cortinas ysaavedra 024baja.jpg vi a media docena de policías alrededor de la puerta del mudo. Debían ser de la comisaría que queda a unas cinco cuadras, derecho por la misma calle de casa.
    Me asusté, pensé antes que nada que habían entrado a su casa a robar quién sabe con qué consecuencias. Pero en un rato averigüé con un vecino la verdad: al mudo lo había encontrado muerto en su casa una “sobrina” que había ido a visitarlo.
    Me dio mucha pena, realmente. Al fin y al cabo, teníamos cierta complicidad con el hombre. Aunque no me permitiera estacionar el auto delante de su falso garage. Evidentemente, nunca pude preguntarle por qué. Eso pensaba justo antes de darme cuenta que nunca supe tampoco su nombre. Los policías y los vecinos curiosos y quizás algún pariente no tardaron en dispersarse. Pero los días y las noches siguientes, más o menos por una semana, un policía se mantuvo de guardia en la puerta del mudo. Puerta que entonces estaba cruzada con fajas que decían “secuestrado”.
    Me pareció raro, pero la verdad es que no sabía a ciencia cierta cómo se porcedía en casos de muertes como esta. Así que mal podía saber si había algo ahí fuera de lo habitual.
    Lo que también se vio desde entonces fue un desfile de personas que no había notado nunca antes en la casa del solitario mudo. El hombre, que en vida había dado más bien la imagen de un ser indeciblemente sólo es este mundo, de pronto parecía tener una rica red de parientes y otras relaciones. Uno de los policías de guardia comentó por lo bajo en un típico mediodía de Saavedra: “El viejo se murió sólo pero ahora le aparecieron familiares por todos lado”.
    Los parientes, claro, venían a ver la casa. A ver qué podía haber quedado adentro, a ver qué se podían llevar. El viejo los hubiera echado a escobazos entre gritos incompresibles.

    saavedra 045baja.jpgEl policía dejó de hacer guardia unos días después y la típica cuadra de la típica calle de Saavedra retomó su aburrida normalidad.
    Pero un par de meses más tarde me sorprendió volver a ver un agente apostado, día y noche, frente a la casa del mudo.
    Sin hacer el menor esfuerzo, no tardé en enterarme de nuevos y trágicos giros en los acontecimientos. Sucede que, como suele pasar, a una vecina, otra jubilada, las Fiestas 2011 más bien la desanimaron. Así que hace más o menos una semana, esperó a que su marido saliera a hacer unas compras, escribió una breve nota explicativa, subió a su terraza y saltó.
    No fue su día de suerte. O sí, según cómo se vea. Porque la doña no logró su desesperado cometido: cayó y se rompió unas cuantas cosas, sí, pero sobrevivió.
    Lo curioso fue que la fallida suicida aterrizó en otra terraza, más baja que la propia; nada menos que en la propiedad, o ex propiedad, del mudo. Así que alguien dio aviso y las fuerzas del orden se hicieron presentes, destrozaron la puerta de entrada de la casa del difunto y “rescataron”, para bien o para mal, a la señora, que ahora está en terapia intensiva en algún hospital de la ciudad. Le dicen "Pili", y las otras señoras del barrio parecen conocerla bien.
    Como la puerta quedó destruida y la propiedad estaba en litigio por los supuestos herederos del mudo, se hizo necesaria la presencia de un cana.

    Así las cosas, volvía yo los otros días a casa cuando me interceptó un oficial. Adiviné en seguida: me necesitaban de testigo para entrar en la casa del mudo y cerrar el asunto.
    Estaba con ellos un supuesto primo hermano del muerto, que parece tener las de ganar en el juicio y que acusa a sus litigantes de no ser parientes directos ni indirectos. “Sólo lo venían a cuidar una vez saavedra 036baja.jpgcada cuatro días”, me dijo, quejándose, "Y ahora reclaman que tienen un testamento firmado por él". No lo hizo explícito, pero por el comentario, me pareció entender que él no iba a ver al mudo nunca, pero que igual tenía más derecho por ser pariente.
    No me cayó del todo bien, el tipo, pero mientras esperábamos a otro testigo (el hijo de otro vecino, un ex policía sin piernas al que todos los santos días visita una ambulancia para hacerle quién sabe qué en lo que le queda de cuerpo), aproveché para enterarme más de la vida del difunto. Parece que había trabajado en una fábrica, como tornero, hasta los 60 años, cuando se jubiló. Había vivido siempre por el barrio, pero no en la misma casa. Se había mudado acá con una tía solterona. El tampoco había tenido hijos. La tía murió hace unos tres o cuatro años. El se quedó solo, y su calidad de vida se vino un poco más abajo. Yo lo conocí en esta última y fatal etapa. Ni siquiera se sabe bien qué fue lo que lo terminó. “Paro cardiorrespiratorio”, se dice, para no decir nada: siempre que uno muere, así sea envenenado y aplastado por un piano que cae de un quinto piso, resulta que muere porque el corazón y el sistema respiratorio dejan de funcionar. Así que uno siempre muere por un “paro cardiorrespiratorio”. Así que el mudo murió, de última, de lo mismo que vamos a morir todos.
    En tales cuestiones existenciales andábamos cuando por fin fue tiempo de entrar en la casa maldita. Eran muchas las fantasías que tenía acerca del interior de la vivienda. Y esta era una oportunidad verdaderamente única para chequearlas a gusto y a la luz del día, de ejercer un voyeurismo permitido, más bien alentado y custodiado!

    La situación era un poco “CSI”; todo estaba intacto, congelado en el último instante de vida del mudo. El primer ambiente era un living, el clásico “estar” del jubilado de clase media baja porteño. Una mesa redonda con mantel de hilo, unos sillones inservibles, paredes cubiertas por Corlock, docenas de recuerdos berretas de San Clemente, Villa Carlos Paz, Merlo, y otros destinos de turismo pobre, o más o menos. También había un televisor con dos videocassetteras, muchísimos papeles apilados y videocassettes con el logo de la revista Gente. Por lo menos en dos paredes del living había pegados unos papeles con la inscripción “Mayi” y un número de teléfono de siete dígitos, como si se tratara de alguien a llamar en ciertas ocasiones no del todo infrecuentes. ¿Sería la que lo encontró muerto y ahora dice tener su testamento?
    Luego había un baño en condiciones muy decentes y una cocina que no pasaría ninguna prueba de salubridad e higiene. Para mi sorpresa, al fondo continuaba un buen jardín, con muchos árboles y una parra, aunque en condiciones medio salvajes, que de todos modos hacía relativamente valiosa a esta propiedad. Al ver una buena cantidad de grandes limones en el suelo, uno de los policías comentó, aburrido: “Con lo caros que están…”

    Junto al parque había un pequeño taller, lleno de pinturas, materiales varios y lisa y llanamente basura, ya no como parte de la estructura de la casa, sino en una casilla de madera aparte. El escenario perfecto para el crimen del psicópata de una película norteamericana.
    No vimos el cuarto del difunto ni el punto de impacto de la suicida. Y salimos de nuevo a la luz del mediodía de Saavedra, el barrio más aburrido de Buenos Aires.

  • Homenaje

    Verano de 2007, Rubín y parte de la familia Brass, en una versión exclusiva para la fiesta Piletrónica By Satelite-In-Blog, del clásico de la gran María Elena Walsh.

  • Y los ganadores son...

    Una de las particularidades de la tradicional Gran Encuesta Satélite-In-Blog es que... nunca tiene ningún resultado!

    Tal paradoja se debe claramente a dos factores: 1. la gran dispersión, habitual en los votos, sin ganadores claros. 2. la pereza de la junta electoral del equipo de Satélite-in-Blog.

    Este año, sin embargo, vale la pena hacer el esfuerzo y destacar algunas conclusiones en este relajado enero porteño. Por otros dos motivos: 1. récord de votos: unos 40, sin arengar demasiado. 2. Mayor polarización que otros años, que arrojó "ganadores" más claros. La pereza sigue ahí, pero bueno...

    Sin entrar en números exactos, entonces, podemos sacar las siguientes conclusiones.

    El mejor disco extranjero del año pasado fue este:

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    No sorprende demasiado, si se consideran las características de tal disco y el standar habitual de los lanzamientos "ska" alrededor del mundo. El disco de Skatroniks es uno de esos hitos que ni siquiera se dan todos los años.

    Más curiosos, en todo caso, son el segundo y el tercer puesto, o sea estos:

    capa_provisoria.jpgArcade-Fire-The-Suburbs.jpg

     

     

     

     

     

     

     

    Peixoto & Maxado fue claramente fogoneado por algunos votantes brasileños, lectores del blog, y por los argentinos que los vieron en su última visita a Buenos Aires. El de Arcade Fire, en cambio, fue el disco "indie" del año para muchos, y esa corriente de pensamiento evidentemente tuvo su influencia también acá. (por cierto, qué buena tapa!)

    Por el lado nacional, el disco elegido por la mayoría de los lectores fue:

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    Más de uno dirá, "bueno, qué piola, en el blog de Satélite quién iba a ganar..." Pero hay que decir que nunca en los años anteriores, a pesar de distintos lanzamientos del grupo, en el blog se había votado tanto a Satélite, en este caso con "El enemigo". Así que, bueno, si bien es un poco previsible, la cosa tiene su grado de interés. Y, en mi opinión, sospecho que esto tiene que ver con que hoy es más la gente que baja música de Internet. Mientras que antes una votación mayoritaria dependía más directamente de ventas concretas. Hoy, para nada.

    (Ah, y además el disco es buenísimo, claro!)

    En cuanto a show extranjero en Buenos Aires, la sorpresa fue el caudal de votos para el gran Jello Biafra. Se ve que mucha gente fue a ver al ex Dead Kennedy, en un show de escasa difusión masiva y claramente de "nicho", pero, se ve, de un nicho más amplio de lo que se podría pensar. También hay que decir, por supuesto, que el show debe haber estado muy bien y por eso, además de ir, la gente lo votó, a pesar de la gran cantidad y diversidad de buenos shows foráneos que tuvimos en competencia.

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    Por lo demás, la votación resultó previsiblemente dispersa, como no puede ser de otra forma con categorías como "tema del año", "personaje" o, más claramente, "en 2011 voy a..."

    Una notable excepción fue Pety Al Control, el programa de radio-podcast de Pety, voz de Riddim, que sumó votos favorables tanto en la categoría "blog" (por el blog de donde se descargan los podcast) como por podcast propiamente dicho. Un reconocimiento a un conocedor y difusor del mejor reggae como pocos, que pone a disposición de todo el mundo unas notables selecciones.

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    Mención aparte para una categoría que no existía en la consulta popular, pero que de todos modos obtuvo un voto espontáneo, seguramente con el visto bueno del resto de los votantes. La categoría es "foto del año", y la ganadora es, sin duda, esta.