Córdoba es generosa con Satélite. Es buena. Nos trata muy bien.
Este sábado volvimos a tocar allá gracias a una invitación de las fiestas Bubamara, que debutaban en la ciudad. Lo de las Bubamara es un tema aparte. Son un éxito en Buenos Aires (y no sólo por convocatoria: son exitosas porque salen bien y son divertidas) y ahora ya llegaron a La Plata y Córdoba, a fuerza de buena música (world music "balcánica", pero también un montón de otras cosas que pueden ir de Los Cocineros a Ry Cooder, de Madness a Tonino Carotone) y de tratar bien a la gente. Bueno, el hecho de que sean algo más que balcánicas debería ser obvio desde el momento que nos invitan a nosotros o a Rosario Smowing, no? Nunca visto.
El salón que consiguieron los Bubamaros es genial. Se llama Art Déco y es justamente una vieja confitería céntrica de ese estilo, con sus líneas rectas y ornamentos medio futuristas y bien geométricos, incluyendo lámparas que parecen tortas de casamiento colgadas del techo. Creo que antes de que tocara Satélite el Art Déco ya estaba lleno y se suspendió la venta de entradas después de la número 800. Así que nos tocó hacer lo nuestro en un clima sencillamente inmejorable.
El postshow no fue menos entretenido, la verdad, con varios satélites haciendo gala de sus habilidades en la pista de baile, brindis a lo cosaco y alegría general. Noche memorable.
Lo que lamento es que nunca haya tiempo de nada. Es la segunda vez que tocamos en Córdoba, sin contar los Oye Reggae, y que no tenemos tiempo real de conocer nada de la ciudad en sí más que el lugar del show, un hotel y una parrilla (en este caso, olvidable: La Parrilla de Raúl; no vayan ahí ni por error; y ni se les ocurra ir con una remera de Satélite) y algún kiosco o un locutorio. Por el lado positivo, en los tiempos muertos, que sí abundan, siempre hay buenas oportunidades para tener charlas interesantes, casi ininterrumpidas ya que no hay mucho más que hacer mientras, por ejemplo, Danny prueba el sonido de su redoblante golpeándolo regularmente durante veinte minutos... También es bueno llegar a casa con ese dulce cansancio posterior a algo que salió bien, sin problemas ni apuro.
Hasta Córdoba habíamos llegado en el micro Bubamaro, que el sábado por la mañana nos trajo de vuelta a Buenos Aires, siempre entre amigos (y también entre algún personaje de lo más raro, con ansias de protagonismo). A la ida, los Bubamaros pusieron una película: "El tren de la vida", si mal no recuerdo, de unos judíos que pretendían irse en tren de Europa a Israel, según me comentaron en una estación de servicio. Parecía interesante, al menos en los fragmentos que uno podía ver cada tanto, cuando conseguía abrír suficientemente un ojo...
Acá al lado, donde están los albums de fotos, para que vean que todo esto es cierto, podrán ver unas postales de tan especial jornada doble. Larga vida a las Bubamaras.