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  • Goin' to Gouin

    Los 137 kilómetros de ruta ayudan a despegarse de Buenos Aires. Pero los últimos 11 kilómetros por tierra realmente terminan de transportar a un universo paralelo. Y entonces, sí, uno está listo para la experiencia Gouin.

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    Por un lado, Gouin es sólo uno más entre docenas de pequeños pueblos bonaerenses con estaciones de tren "desactivadas" o muertas. Pero por otro, no hay pueblo que se parezca a Gouin.

    Quizás porque está a la distancia justa de Buenos Aires como para que la ciudad realmente quede atrás, quede lejos. Quizás por los 11 kilómetros de tierra desde la ruta, que lo aislan casi preventivamente del progreso, sea bien o mal entendido.

    gouin2-2010 058baja.jpgLo que claramente lo puso en el mapa turístico es un emprendimiento personal. Hace once años, el matrimonio de Rochi Aguilar y Santiago Manion decidió instalarse en el pueblo y probar suerte abriendo un restaurante en su centenaria e inutilizada estación del ferrocarril Belgrano. Este ramal corrió hasta los años 80, desde Pompeya hasta Rosario.

    La estación, francesa, estaba en ruinas. Pero la pareja logró rescatar el edificio y una buena cantidad de muebles y aparatos originales (reloj, telégrafo, caja fuerte), que hoy quedaron como decoración. Abierto viernes a la noche, sábado y domingo, el Restaurante de la Estación se convirtió en una buena razón para que los primeros forasteros se acercaran a este caserío prácticamente olvidado.

    En el restaurante se comen pastas y, si se avisa antes, parrilla. El gasto por cubierto va desde unos 45 pesos con bebida y postre. Se puede comer adentro de las salas de la construcción o en el andén.

    gouin2-2010 018baja.jpgDesde la estación, si se camina hacia el "microcentro" del pueblo se pasa primero por el Club Sportivo Gouin, una pequeña sede social, una cancha de fútbol y, lo más interesante, las ruinas de una cancha de paleta que, dicen, estuvo entre las mejores de la provincia.

    Continuando, ya en plena "City", está el almacén de ramos generales de los hermanos Colera. El lugar lo abrió el abuelo Colera en 1915 y, según dicen, no ha cambiado mucho desde entonces, igual que el resto de las cosas que hay en Gouin. Como dicen los parroquianos, que en un rincón tienen un mostrador y unas sillas para tomarse unas copas, este es el "shopping" del pueblo: venden desde alpargatas hasta mortadela.

    Frente a lo de los hermanos Colera, está el bar del pueblo, otra casa centenaria donde funcionó antes la escuela y una peluquería. La ambientación del boliche no se podría lograr ni con un presupuesto de un millón de dólares de la dirección de arte de Steven Spielberg. Posters del Gauchito Gil, viejos vinilos, botellas cubiertas de polvo, mesa de pool, metegol y telarañas de distintos tamaños... El salón es sencillamente perfecto para las noches de guitarreadas y truco que se arman periódicamente.

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    Uno de los infaltables animadores de estas noches de boliche es Juan Dalton, personaje total del pueblo. Varios locales me dicen que es a quién tengo que conocer, así que consigo que un parroquiano me muestre su rancho. Golpeamos las manos y ahí sale el gaucho Dalton. De unos sesenta años, alto, muy rubio y peinado a la gomina, pañuelo al cuello y un escarbadientes y un Benson & Hedges en la boca, Juan Dalton parece John Wayne. En serio. Enseguida pienso que si el hombre pasara caminando por la calle Florida, más de un cazaturistas se le acercaría hablando en inglés. Pero Dalton es criollo como el pastelito. Lo que pasa es que sus cuatro abuelos fueron irlandeses. Ni en Irlanda debe haber irlandeses tan irlandeses.

    Pero sí hay bastantes irlandeses en Carmen de Areco, que es la pequeña ciudad a cuya intendencia pertenece Gouin. Dalton, en particular, hizo parte de su escuela en un estableciemiento privado de Moreno exclusivo para la colectividad. "Pero no aguanté: era una educación muy exigente y muy conservadora, no me gustaba. Muchos irlandeses son muy cerrados", según explica.

    Dalton, el gaucho que podría haber sido estrella de cine o cowboy, invita a tomar una copa a lo de los Colera, pero pide un minuto antes para ponerse "una camisa". "¿Vos estás apurado?", le pregunta a quien me mostró su casa, Pocho Cardone, su vecino, de pelo y barba bien blancos, bombacha y alpargatas reglamentarias. La pregunta es medio rara. ¿Qué posibilidades hay de que en los últimos cincuenta años nadie haya estado nunca apurado en Gouin?

    Cardone, Dalton y otros (Alvarez y Reynoso) se acomodan en un rincón del boliche de los Colera para culminar una tarde soleada sin calor. Más Benson & Hedges, alguna cerveza, un Gancia con soda y limón acompañan la charla sobre la agenda del pueblo: el mejoramiento del gouin2-2010 045baja.jpgcamino de entrada, que algunos ansían y otros ven como un mal innecesario; los viejos y buenos tiempos en que el tren pasaba por ahí; la Fiesta del Pastelito, que también hizo mucho para devolver a Gouin al mapa; y, claro que sí, también los grandes temas del país, como la fortuna de Ricardo Fort ("¡Ese tiene más plata que Tinelli!", dice uno; "¿Quién es Tinelli?", contesta otro...)

    Típico de estas casonas de pueblo, el almacén se mantiene fresco gracias a sus techos bien altos y la ausencia de ventanas. El sol, sin embargo, entra por las puertas de madera con vidrio y produce una iluminación ténue y muy particular, como difusa, que adormece un poco.

    Entre charlas y silencios bien repartidos, se empieza a hacer tarde y es hora de volver al mundanal ruido. Es imposible, después de la experiencia Gouin, apurar el paso hasta el auto. Al contrario, es como que los pies pesan más. Los once kilómetros de vuelta a la ruta 7 también tienen un ritmo ralentado bajo un cielo naranja.

    Anochece y en la ruta 7 espera una cola de camiones a 60 km/h, la radio, un agua mineral, estaciones de servicio abandonadas... Dos horas de viaje solitario para pensar tranquilo, "para que a cada paso un paisaje o una emoción o una contrariedad nos reconcilien con la vida pequeña y su muerte pequeña", según Raúl González Tuñón, que jamás pisó Gouin.

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  • Cumpleaños, Tupper Sex y Specials

    skacake.jpg1.  Muchas gracias por sus multimediáticos saludos de cumpleaños. Tengo que admitir algo: rara vez recuerdo el cumpleaños de nadie. No me enorgullezco, no me jacto de esto, en absoluto; es simplemente un hecho. No me sale, ni siquiera cuando se trata de los parientes más cercanos. Hasta me vuelvo a olvidar cada año de los cumpleaños de un par de amigos que caen justo un día antes o un día después del mío, lo cual ya es más raro. Claro que hoy es más sencillo estar al día con estas cuestiones: myspace y facebook nos avisan puntualmente de cada onomástico. Pero, en fin, tal será mi negación que ni así envío mis saludos correspondientes en fecha. Por lo tanto, la verdad es que tampoco me ofendo en lo más mínimo con quien no me envíe sus saludos en el aniversario de mi nacimiento.

     

    Dicho esto, otra vez gracias y, por cierto, quienes me conocen no deberían enojarse si no soy capaz de devolverles la gentileza; sepan que, de todos modos, les deseo un feliz día cada día del año.

     

    tupper.jpg2. Acabo de enterarme de que existe una nueva moda de reuniones de algo llamado “Tupper Sex”. No sé si todos estarán al tanto, pero entiendo que fue en la década del 70 que se puso de moda un sistema de venta de artículos prácticos de plástico mediante reuniones de amigas en casas particulares. Mi madre fue, a su tiempo, anfitriona de más de un encuentro de este tipo: se juntaba una decena de señoras a la hora del té y una de ellas traía para vender un arsenal de envases, utensilios de cocina, contenedores y otros items de colorido plástico irrompible que, por entonces, eran todos muy novedosos. Creo recordar que las reuniones eran un éxito, y la anfitriona, por convocar a sus amigas y por poner su casa, se quedaba con algunos regalos. En casa, y sospecho que en muchas casas desde la clase media baja hasta la clase más acomodada, abundaban estos Tuppers que, por cierto y a diferencia de muchos otros artículos de “venta directa”, realmente se usaban con toda frecuencia y resultaban muy, pero muy útiles.

     

    Los otros días escuché un comentario sobre “Tupper Sex”. Y luego, casualmente, mientras esperaba un colectivo detecté pegado en un poste de alumbrado público un volante que anunciaba “Reuniones de Tupper Sex” junto con unos números de teléfono. Si lo Googlean, desde ya, encontrarán unos cuantos sitios al respecto. Contra lo que se podría pensar, no se trata de orgías con la ayuda de “accesorios” Tupperware (de sólo pensar algunas posibilidades, siento escalofríos). No, el asunto consiste en reuniones similares a aquellas de Tupper, pero en las que ahora lo que se vende es desde lencería erótica hasta juguetes sexuales, comandadas por una “experta” capaz de demostrar en vivo el uso de los más diversos artículos. ¿Es algo viejísimo de lo que, tarde, acabo de enterarme? Quizás, no me sorprendería.

     

    3. Para los que se aburren leyendo o para los que no pudieron bajar bien el documento de la revista inglesa NME antes posteado, acá pueden ver algo del material de ese número sobre Specials en prolijo video.

  • Pasto a las fieras

    "Sinceramente, muchachos, podemos hablar de subgéneros y todo, pero el reggae tiene que ser con estilo, personalidad, y ser canción, fundamentalmente. Es cierto que hay mucho revival y onda retro, roots por momentos hasta quedado en el tiempo y variantes que ya fueron probadas. ¡Hay que darle de comer al reggae, no sólo fumarlo!"

    Juanchi Baleiron, Los Pericos, en una entrevista con el suplemento No, de Página 12,

    del jueves 18 de febrero de 2010.

  • Elogio de Sandinista!

    "Sandinista!", de The Clash, es para mi el disco más importante en la historia del rock.

    ¿Me parece el disco más innovador? La verdad, no. ¿Considero que cambió la historia? Mmm, tampoco. ¿Marca un antes y un después insoslayable? No, no, para nada. ¿Es un disco que nadie debería dejar de tener? No necesariamente...

    Pero para mi sigue siendo el disco más importante de todos, aunque ni siquiera lo considero lo mejor de The Clash.

     

    ¿Entonces? Tiene que ver, más que nada, con una cuestión emotiva. Tiene que ver, por ejemplo, con el tiempo, la atención y la energía que dediqué a escucharlo allá por 1989, cuando me compré el vinilo versión americana con esa increíble tapa, alguna tarde después del colegio.

    sandinista_album_cover.jpgEsa tapa me gusta más que las otras muy buenas tapas de The Clash (hasta el musicalmente flojo "Cut the crap" tenía buen diseño, hay que reconocerlo). La foto de "Sandinista" es quizás, acá sí, la mejor foto de banda de rock, vista desde la más cándida lectura del músico como gran Héroe Juvenil Contemporáneo, en una galería que puede ir desde Elvis hasta Peter Tosh. Ahí los cuatro clash están perfectos, en su pose gerrilla-rocker-internacionalista, en blanco y negro, en ese callejón medio neoyorquino medio londinense, igual que la ecléctica música del disco. Joe Strummer parece a punto de tirar una molotov. A Jones se lo ve como si acabara de birlarle el casco a un soldado desprevenido. Los otros dos parecen gangsters... Todo esto, en tamaño sobre-de-vinilo, redunda en una especie de póster. Yo sé que la tapa de London Calling, con Simonon rompiendo el bajo, es mejor, pero... por alguna razón mi favorita es Sandinista.

    Después, la música... Ubiquémonos en el cuarto de un adolescente con una discoteca aún en formación en pequeñas y desordenadas dosis de punk, hardcore, ska, reggae, "college rock", dark, industrial, rockabilly, surf y muchos etc, aunque nada de información sobre la causa nicaragüense, por supuesto. De pronto aparece este sobre oscuro con no uno ni dos sino ¡tres! LP con 12 temas cada uno, 36 en total. La expectativa es descubrir una obra fundamental del punk. Pero lo que empieza a sonar es otra cosa, bien distinta: "The Magnificent Seven", un funk medio rapeado, con una "vocación" de pista casi antagónica a los preceptos sagrados de Londres '77. Después viene "Hitsville UK", una extraña cruza de soul con folk inglés bien sintetizada en el título, donde ni siquiera se distinguen las voces de Strummer o Jones. Y después aparece "Junco Partner", un reggae como mareado... Y "Ivan meets GI Joe", otro funk. Y un rockabilly: "The Leader".

    Así vamos y todavía no terminó el primer lado, de seis!!! Seguirán algo de dub, music hall, pop, Clash-rock, música infantil, gospel (sí, gospel) y hasta referencias a "Apocalipsis Now!".

    La lista de géneros es impresionante. Pero no debería confundirnos, desenfocarnos del tema. Meter un montón de géneros en una bolsa no es necesariamente meritorio. Lo notable del caso "Sandinista" es lo bien que suenan esos géneros, la "profundidad" (esta palabra es muy importante) del sonido de cada uno de esos tracks. Hoy, la ensalada de estilos es moneda corriente. A principios de los 80, como cualquiera lo sabe, era algo sencillamente inédito y hasta poco recomendable.  

    Un crítico amigo solía decir que lo importante de un disco es su capacidad de transportarte a una nueva realidad. Siempre me gustó esa idea, y suelo aplicarla sobre todo a discos que exceden los géneros convencionales (esto no corre, por ejemplo, para un clásico disco de género, por genial que sea). Sandinista, la verdad, te introduce en un nuevo submundo cada vez que la púa entra en un nuevo track.  

    Una gran cosa es que nunca tuve el librito interno con letras y créditos que sí incluían otras ediciones. Sólo tenía para mirar la foto de tapa con los cuatro Clash-superhéroes. Del otro lado, los títulos de los temas. Nada más. El resto, quedaba librado a la imaginación. Había que apoyar la púa y escuchar, sentado en la habitación, imaginar cómo habrían hecho esto o aquello. Un par de años antes estaban tocando guitarrazos a diestra y siniestra, de manera gloriosa. Y ahora, con idéntica aptitud, tocaban algo parecido a música disco.

    Volvamos a la habitación adolescente. Bueno, "Sandinista" era una bomba. Estos luminosos tres vinilos no cambiarían la historia del rock (de hecho entiendo que no les fue muy bien) pero definitivamente cambiarían ciertos límites en mi discoteca. "Sandinista" estallaba y abría nuevos rumbos para todos lados. La "buena educación punk", por ejemplo, prohibía terminantemente escuchar cualquier cosa levemente "funky". Los Clash ahora decían que sí se podía, como hermanos mayores que te pasan sus discos y te convierten a nuevas causas.

    Se suele decir que Sandinista sería mucho mejor si simplemente se hubieran elegido los 12 tracks más fuertes y se hubiera editado un solo disco. Quizás sea cierto. Pero la actitud desmesurada de publicar "todo" (los que leen más bios de bandas quizás sepan si realmente fue así o si, encima, dejaron muchos outtakes; yo supongo que no...) también fue inspiradora. El hecho de que fuera una edición tan "exagerada" la convertía en una especie de "gran paquete" al que se le debía una atención especial. De haber sido un disco solo, habría sido un disco más, aunque seguramente más compacto y hitero. Pero parece evidente que los Clash, acá, sentían que tenían que decir mucho más, que la misión iba bastante más lejos que intentar pegar dos o tres hits. La misión trascendente no era sacar un disco de Clash; la misión era "hacer" Clash!

    Me pregunto si sabrán que lo lograron, y hasta qué punto; me pregunto si estarán contentos por eso. Me pregunto hasta qué punto un tipo cualquiera es conciente de ese momento irrepetible en el que un adolescente llega a su casa, solo, cierra la puerta de su habitación, rompe un envoltorio, saca un pedazo de plástico (en este caso Sandinista, pero, por favor, pónganle el nombre que quieran), lo coloca en el equipo, empieza a escuchar y... ya nunca más vuelve a ser la misma persona de antes.

     

    Dicho todo esto, es obvio que a Sandinista le tengo un cariño especial. Pero no es ése el punto. El punto es el de los discos que, por la razón que sea, nos cambian la vida. Nunca confundiría lo que me importa a mi con lo que le tiene que importar al mundo. En verdad, diría hasta que reinvinco el hecho de que esas dos cosas sean a veces profundamente distintas. Ojalá me entiendan...

    Ahora, si Sandinista no fuera lo que es y sólo trajera un tema bueno, y ese tema se llamara "Hitsville UK", tengo que decir que bastaría para que, igual, me pareciera un gran disco; sólo por eso. "Hitsville UK" es una de las más lindas canciones que se han grabado por ahí y que se hayan posteado por acá, una desas canciones que nos hacen bien, siempre.

     

  • Pídasela a su kiosquero amigo!

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    (pero si así y todo no la puede conseguir, entonces simplemente bájela de acá; pruebe, espero que funcione...)