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  • La inundación

    1. Me fui a dormir en un barrio, anteayer, y me desperté en otro. A las 4 AM, la lluvia, la basura en las calles, debían haber tapado algo allá afuera, por lo que entraba agua por la rejilla de un baño de casa. Por suerte, ojo, mi cuadra no se había inundado demasiado, por lo que no ingresó agua "por la puerta", por así decirlo. Por arte de magia, a eso de las 5 y pico, lo del baño empezó a bajar, imagino que gracias a que bajó también la intensidad de la lluvia. Al rato se cortó la luz y, si bien podía seguir las grandes noticias por una radio a pilas, y perdí contacto vía Internet y teléfono con el mundo exterior (digo, sin ánimos de sonar demasiado dramático).

    2. A la mañana fui a ver cómo estaba el barrio, Saavedra. En la radio me había parecido notar que se hablaba más de Saavedra que en otras petit inundaciones porteñas. Pronto entendí por qué. El barrio había acumulado agua como nunca. Algunas importantes vías de acceso estaban bloqueadas por lo que las calles estaban llenas de autos en cualquier dirección, como perdidos, sin saber por dónde seguir la marcha.

    3. La acción en serio empezaba a cuatro cuadras de mi casa. Vivo en una zona relativamente alta y, por ahora, a salvo de la inoperancia de los administradores de nuestra bonita ciudad. Pero a sólo cuatro cuadras, aunque ya no había agua, la lluvia se había llevado por delante a unos cuantos vecinos. Un par de días antes, había entrado a una nueva panadería en busca de unos huevos de Pascua. La dependienta (dueña o empleada, vaya a saber) era una especie de ex travesti o travesti "sin producción", a la que se notaba haciendo un enorme esfuerzo por que el local funcione. El local, en general, tenía pintya de que no iba a andar y los huevos en particular me parecieron horribles, pero igual compré algunos, instintivamente, casi, más que nada como una especie de donación, porque la escena me pareció medio conmovedora. Después de la lluvia, pasé por la puerta de la panadería y vi a la dependienta tratando de sacar el agua, buena parte de la mercadería arruinada, todo muy triste e injusto.

    4. En otro baño de casa, se produjo un fenómeno también curioso. Es un baño que no se usa, clausurado y "reinventado" como cuarto de limpieza y porquerías varias. Yo trato de evitarlo todo lo que puedo. En cambio, a las cucarachas parece que les encanta. De eso me enteré gracias a la bendita inundación. Se ve que en algo el agua alteró lo que sea que hay debajo del baño ese, que a las cucarachas no les gustó nada. Por lo que decidieron huir de su refugio. Así las cosas, sin exagerar, cada dos o tres minutos, una cuca, desde bebe hasta gigante, corría desesperada, sin mirar atrás, desde la puerta del baño hacia donde fuera. Eran claramente misiones suicidas: afuera estaba yo, armado hasta los dientes con Raid, escoba y zapatillas. Vieron la última de Tarantino, Django Unchained? Bueno, algo así. El 2 de abril, para las cucarachas, no será recordado por la gesta de Malvinas, sino como el Día del Exterminio, en el que que por lo menos cincuenta valientes cucarachas fueron víctimas del hombre, en una de las matanzas más grandes que se recuerden en las cañerías de los subsuelos de Saavedra.

    5. A la noche del día de la inundación, aún seguía sin energía eléctrica en casa. Y sin tele, Internet ni teléfono. Es decir que no había visto siquiera fotos de la tragedia en serio que ocurría por entonces, con una decena de víctimas posta. Aún era temprano, aunque ya estaba bien oscuro, y no tenía sueño. Entonces, recordé una antigua costumbre de la humanidad, de aquellos tiempos en que las cosas que yo ahora no tenía pasajeramente, ni siquiera existían. Agarré un libro de la biblioteca, acomodé una vela y me senté en un sillón. Me quedé leyendo un buen rato una novela que había abandonado hacía tiempo. hasta que volvió la luz. Desde la calle se escuchaban gritos de júbilo, como cuando se está jugando algún partido de fútbol importante y hay un gol. En casa también se empezaron a encender algunas luces, que habrían quedado en on antes del corte. Pero no la del ambiente en el que yo estaba leyendo. Igual me quedé quieto. Y seguí leyendo un rato más a la luz de la vela, saboreando cada palabra y todo el silencio.

     

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