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  • It's Roots Time!

     

    Bueno, basta de levantar cables de agencias de noticias y fotos de Google Images. Basta de rankings sin mayor producción que mirar la propia discoteca. A trabajar: ahora también producimos nuestra propias entrevistas. O algo así. En este caso, una charla exclusiva (??) con el argentino Silvestre Jacobi, de 28 años, director de "Roots Time", película absolutamente artesanal filmada en Jamaica, con rastafaris no-actores, y por un gran equipo de... dos personas! "Roots time" se estrena este jueves en Buenos Aires y promete sumarse a la lista de clásicos del cine-reggae como "The Harder the come", "Rockers" o "Dancehall queen". Para empezar, se editará en Japón. Y saldrá en DVD con un documental sobre el rastafarismo y otro sobre el "making of" de la misma película, además de la edición aparte de la banda de sonido, que mezcla temas jamaiquinos (inéditos, creo) y temas "incidentales" grabados en Argentina por músicos que ud seguramente conocen (el (gran) Mono y Dread Mar I, entre otros).

    medium_roots.jpgLa película sigue el camino de dos rastas por Jamaica abordo del Roots Time, un coche de los años cincuenta que funciona como disquería ambulante. Pero lo verdaderamente increible, la auténtica historia, está detrás de escena, especialmente para quienes les intersa Jamaica, la isla y su gente.

     Silvestre es un tipo tranquilo, pero evidentemente con mucha capacidad para lograr lo que quiere. No lo conocía antes de charlar con él y grabar esto, que me pareció interesante para ud., que seguramente van a querer ver la película:

    "­­Venía haciendo documentales desde hace tiempo en el Caribe, con quechuas en el Altiplano, con el candombe en Uruguay. Siempre me gustó mucho viajar y conocer distintas culturas y después mostrarlas, especialmente a partir de trabajar con MiniDV, que resulta más barato. Hasta que con Sebastián Iriart nos propusimos el gran experimento: meternos en otra cultura, pero para hacer ficción, y al mismo tiempo grabar un documental sobre cómo se realizó esa ficción y finalmente producir también un documental sobre esa cultura que estábamos retratando. Y el reggae y Jamaica nos llamaban mucho la atención para un proyecto así, porque tienen por un lado lo cultural, profundo, y por otro el color, la música que se difundió por todo el mundo.

    -¿Dónde estabas entonces?

    -Estudiaba cine en Nueva York. Ahí armamos este pequeño equipo con Sebastián, al que después se sumaría por algunos días otro argentino, Hassen Balut.

    Originalmente queríamos hacer tres historias: una en Trinidad y Tobago, otra en Jamaica y otra en Africa, como para cerrar un círculo. Un plan muy ambicioso. Llegamos a filmar la parte de Tobago se hizo, pero cuando llegamos a Jamaica nos encontramos con personajes tan ricos que todo quedó ahí, en esa única película.

    -¿Ya habías viajado a Jamaica?

    medium_roots_1.jpg-Nunca. Ni tenía ningún contacto. Aterrizamos en Kingston como unos paracaidistas, pero con dos cámaras digitales, una notebook, trípodes, luces… Así que dejamos todo en un hotel y fuimos a conseguir una casita barata para alquilar, para pasar el equipo ahí, cerrar con llave y viajar dos semanas por toda la isla, terminar de pulir el guión, buscar personajes y locaciones...

    Tuvimos suerte porque llegamos justo antes del 23 de julio, el Día de Haile Selassie, el gran líder de los rastas, pro lo que había todo tipo de celebraciones. Por ejemplo, en la Universidad de las West Indies se llevaba a cabo un encuentro de las tres grandes casas de los rastas: los nyabinghi, los bobo ashanti y las 12 Tribus de Israel, que se reunían a discutir sobre la unificación., mediante la Rastafarian Central Organization, que es la entidad que intenta coordinar a estas facciones con diferentes ideas. De ahí surgieron un montón de puntas y contactos. Ahí conocimos a Jah Bull, uno de los protagonistas de la película, y a una banda de reggae que nos conseguiría la casa que finalmente sería base de operaciones. Porque la seguridad es todo un tema enKingston. Cuando les contamos dónde habíamos alquilado la primera casa nos dijeron que era una locura quedarnos ahí... Como te decía, tuvimos suerte y también un grupo de gente que nos protegió, pibes jóvenes, a los que les llamaba la atención que fuéramos rubios pero no gringosm que viniéramos de Sudamérica, de donde era el Che Guevara, esas cosas... Por ahí al típico mochilero europeo le resultaría más difícil. se la ve más difícil.

    -En un lugar con fama de complicado...

    medium_roots2.jpg-Hay que ir tranquilo, con perfil bajo. Nosotros, por ejemplo, nos dejamos la barba, tratamos de no llamar mucho la atención, aunque eso sea algo difícil para un blanco en Jamaica. Pero hay distintos rastas. En ese mismo grupo conocí a Farmer Roots, que también actuó y que era un rasta más complicado, más de la calle. Tenía una pelota en un brazo porque le habían pegado un tiro y andaba todo el día con un machete de este tamaño. Pero nos entendimos bien y gracias a él nos pudimos meter en los barrios bajos. Estoy hablando de Kingston, que es el lugar más peligroso, donde hay hasta toques de queda cuando combaten la policía y los narcos. Sebastián una vez quedó en medio de un tiroteo... Pero al salir de Kingston el panorama y la gente son otros.

    Dejamos los equipos y salimos a recorrer la isla: Nine Miles (donde nació Marley), muchos pueblos del interior, Montego Bay... Aunque sabíamos que la historia pasaría más por el interior que por la playa, así que no exploramos mucho la zona de Montego, donde se concentra el turismo. Por ejemplo, en un pueblito llamado Wait a Bit, que es como decir esperá un cachito en inglés, encontramos Babu, que plantaba sus papas ahí.

    -¿Cómo sumaban a la gente a la caravana?

    medium_roots_2.jpg-Había que ir de a poco. Antes que contarles de tu película, tenías que dejar que te conocieran a vos y de donde venís. Los tipos son muy perceptivos. Se dan cuenta si les decís la verdad o no. Después, sí, les podías hablar de proyectos o guiones. Entonces tenés que transmitirle que finalmente vas a ser una herramienta para que su mensaje. Afortunadamente la rasta es una cultura extrovertida, que trata todo el tiempo de expandirse.

    -Aunque conozco gente que viajó a Jamaica como rasta y que volvió un poco descepcionada...

    -Es una locura decirle a un negro jamaiquino que sos rasta. Para ellos hay dos premisas fundamentales para ser rasta: que te sientas africano y que quieras volver a Africa. Si bien admiro mucho algunas cualidades de la cultura rasta y trato de transimitirlas, nunca se me ocurriría decirle a alguien que soy rasta…

    Dicho esto, en cada grupo rasta te tratan diferente. Por ejemplo, convivimos seis días con los Bobo Ashanti, que serían los más ortodoxos. Viven en la montaña que les donó el príncipe Emanuel, el elegido de Selassie. Se levantan a las 3 y rezan hasta las 11... Nos dejaron filmar todo gracias a una punta que conseguimos en la Universidad de las West Indies. Si no, no entrás ni loco. Tuvimos que ir a una comisaría cercana, llamarlos por teléfono (¡por suerte usan medium_roots_3.jpgcelular!) para que nos vivieran a buscar y nos escoltaran. A su vez, en esa montaña también estaban divididos en tres sectores: el nuestrom de apenas unas quince personas, otro de unas 500 y otro de unas 50. Tienen casitas de madera muy humildes, huertas, y fabrican cosas, como escobas, para vender.

    -¿Alguna situación violenta?

    -Cuando estuvimos con otro grupo, los nyabinghis, los rastas más combativos. Presenciamos una de sus ceremonias de tambores, que evocan el latido del corazón, y nos tiraban frases en la cara como ¡Quemen al imperio blanco! ¡Quemen al Jesús blanco! Más que nada los jóvenes, no los viejos, que sólo te observaban como más a la distancia. En un momento se acercó una especie de líder que nos dijo: Miren, acá mucha gente nos los va a recibir bien, pero si se quieren quedar, tienen su parcela para instalar la carpa. Yo quería que el final de la película mostrara una ceremonia nyabighi, así que aunque no pudiera filmar, iba a registrar el momento en la mente. Había fuego y unos quinchos octogonales y todos estaban vestidos con túnicas blancas y fajas con los tres colores típicos, rojo, verde y amarillo… Nosotros nos quedmoas ahí sentados, con la mirada baja sin contestar jamás. Pero a Sebastián se le acercó uno, le arrancó un aro de la oreja y le pegó una piña diciendo "¡Acá no se usan aros!" Eso generó toda una discusión entre ellos porque finalmente, radicales o no, los rastas quieren la paz. Pero, bueno, la presencia de dos blancos les generaba contradicciones.

    Ahí fue también que conocimos al otro protagonista de la película, Babu, que al ver que no nos trataban muy bien nos propuso ir a su pueblo, donde íbamos a encontrar rastas que nos ayudarían. Babu era súper humilde, introvertido y colgado. Y no le importaba si eras blanco o amarillo. Así que terminamos en su casa, totalmente desconectada de esa realidad violenta de Jamaica. Nos trato increíblemente bien.

    Después de dos semanas de viajar volvimos a Kingston. Nos faltaba resolver varias cosas. Se nos había hecho difícil conseguir actrices porque no les gusta nada que la mujeres estén en contacto con el hombre blanco. Si las ven por la calle con un blanco las tratan de prostitutas… También debíamos conseguir el auto. En las afueras de Kingston un viejito nos alquiló este Hillman de los años cincuenta que no tuvo problema en que lo pintáramos con todos los símbolos de la cultura rasta. Andaba perfecto… aunque había que ponerle agua casa cada vez que lo arrancabas.

    En Jamaica no había otro auto así y de algún modo nos ayudó a que la gente nos creyera. Cuando íbamos por el interior, todo el mundo se nos acercaba y siempre teníamos un grupo de chicos corriendo detrás. Por otro lado, en cada pueblo consumíamos comida y alojamiento, de alguna manera llevábamos trabajo, así que eso era bienvenido.

    También necesitamos un tiempo para entrenar el oído al patoise. Al principio no entendía nada. Pensá que es un dialecto inventado para que los ingeleses no lo entiendan. Había que pedir que te repitieran mil veces cada cosa. A las dos, tres semanas, comprendía el 80 por ciento.

    Ibamos con un taxi, medio como una van, y con el Hillman, al que le cargábamos todos los equipos. Filmamos en Nini Miles, Kingston, el pueblito de Baboo y por los caminos.

    -¿Los diálogos seguían un guión?

    -Improvisamos sobre lo escrito, con pautas de tiempo y acción y consignas básicas. Es que no trabajamos con actores. ¡Baboo ni siquiera había visto nunca una película! Creo que tomó conciencia cuando le mandé el DVD. Habrá dicho "Ah, era eso..."

    El primer pueblito donde filmamos fue Wait a Bit. Ahí fueron las escenas más difíciles porque recién los actores se estaban relajando. Jah Bull y Baboo no se conocían. Y, aunque parezcan compinches, les costó tener buena onda. Pensá que yo me los llevé de donde vivían a dar vueltas conmigo por Jamiaca un mes y medio. Así que hubo que hacer un trabajo psicológico cuando al mes ya todos se querían ir. Había que convencerlos de que faltaba un poco más, las últimas escenas, lograr que se lleven bien entre ellos. Baboo por ejemplo es un rasta más ingenuo, naive. Y Jah Bull es más combativo, como se los ve en la película. Por ahí a Baboo lo oprimían un poco… Yo trataba de generar un espíritu de camaradería, de que vivieran que estaban haciendo algo bueno…

    -También era la primera vez para vos...

    -Claro, el primer largo, un desafío grande en una cultura totalmente ajena. Pero por suerte de a poco se metieron con el proyecto e hicieron mucho esfuerzos en situaciones difíciles…

    medium_rootstime0.jpg-¿Ocurrió algo que hiciera cambiar los planes sobre la marcha?

    -Muchismas cosas. Por ejemplo, hay una escena con un chanco que no quedó el película porque para ellos son animales casi diabolicos. Un rasta casi no te tocaría si acabás de comer chancho. Sabía que era así, pero me parecía bueno para el conflicto del film que alguien entrara en el auto con un chancho. Ellos al principio lo aceptaron, pero al momento de filmar, la presión de la gente que miraba, los hizo amotinarse y dijeron "no más". Casi me cuesta la película esa escena. Fue la única vez que me enojé mucho. En ese momento todo estaba un poco raro porque Sebastián y yo nos habíamos infectado con algo y nos habían salido unas ronchas en las piernas. Por suerte con unas plantas de aloé vera eso se calmó y no tuvimos que suspender el rodaje para ir al hospital…

    -¿Más personajes?

    -Cuando le alquilé a un político los altoparlantes para el auto, conocí a uno de sus asistentes, Robert, que era un personaje increíble, con un solo detalle: estaba loco. Lo tomamos para un papel. El tipo vivía en Trenchtown, la villa donde creció Marley, y un día me llamó desde un hospital: "Silvestre, voy a poder actuar" "¿Sí, claro, pero por qué me lo decís? ¿Qué pasa?", le preguntaba y repetía que iba a poder actuar.¡ Su hijo le había pegado un tiro en una mano! Así que fui a buscarlo al hospital, a hablar con los médicos, e estar con él…

    Cuando traje a Robert opté por no instalarlo con los demás, sino conmigo. Un día salimos a filmar y él se queda. Cuando volvemos a la casa a la noche me dice, feliz: "Mirá cómo te dejé la cámara, mirá lo limpita que está." Había olor a aceite... ¡La había limpiado con WD40! No pude arreglarla hasta volver a Buenos Aires.

    -Hablemos de la música...

    La música fue otro tema: conseguir los derechos de las canciones, firmar los contratos… No es fácil tratar con un rasta, que está al margen de todo, y pedirle: "Tenés que clavar un gancho acá…"

    Farmer Roots funcionó un poco como productor porque me podía llevar a los barrios bajos y donde él ensayaba con su banda. Ahí, en un radio de cuatro cuadras vivían todos los Mystic Revelation of Rastafari, con los que hicimos una escena. Obviamente a todos les tenía que pagar un fee, aunque con algunos arreglé incluso mandarles plata después si la película va bien…

    Otra parte de la música se hizo acá con Nicolás Sorín, que es hijo de Carlos, el cineasta, y que es un gran músico. Enl nunca había hecho reggae, pero juntó a unos cuantos músicos de buenas bandas para grabar los temas incidentales para ciertos climas. En cambio, las canciones las traje de allá. Ahora editamos el soundtrack para acompañar el estreno de la película.

    -¿Sos fan del reggae?

    La verdad que no hice la película desde ese lugar. Me gusta, pero también me gustan otras músicas del mundo. Eso sí, ruve la suerte de que el reggae le gustara mucho a mi viejo de chico; él me mostró Marley, Tosh... El mismo fue quien nos incentivó a mí y mi hermano a viajar: recorrió todo Estados Unidos en moto, vivió por todos lados...

    La idea fue filmar una historia atemporal, que la película pudiera haber sido hecha en los 50. De hecho hoy Jamaica no es como se ve en la película, tan roots. La influencia nortemaericana está por todos lados. Pero yo no quería mostrar que estábamos en el año 2003, noq uería carteles ni referencias del momento en el que estamabmos filmando. Cosa que en el interior de jamaica no es tan difícil... hasta para el tema del vestuario me metí en sus roperos y les decía por qué no ten ponés esto? Y no sólo de los cuatro actores principales, sino de cómo cincuenta extras, con los que había que arreglar el contrato y hasta hacerles las túnicas blancas de la escena final…

    Jah Bull, en cambio, murió pro una enfermedad pulmonar, pero se la mandamos a la familia. Es bastante difícil comunciarse a con Jamaica, a veces hay que probar un día entero… Me hubiera encantado volver y ver la pelíula con ellos, pero no tuve plata. Todo lo invertí para terminar la película ya que en la posproducción fue lo más caro. En Jamaica hicimos todo con dos mangos, durmiendo en carpa, con parte del equipo prestado (por el director de Dancehall Queen)... La próxima vez me gustaría trabajar con más preporducción.

    -Lo que pasa es que si hubieras encarado una preproducción más seria simplemente te hubieran dicho que todo esto era imposible…

    -Es que si lo pensás mucho este proyecto directamente no lo hacés… Tenés que tener mucha convicción y ser un poquito inconciente…

     

     

  • Historia del Ska Argentino, Tomo 1

    Estimado lector, ¿cree que falta en esta lista alguna banda (ska o... bastante ska... o más o menos ska) argentina que haya tocado en vivo (valen fiestas familiares) al menos una vez entre 1951 y 1993? Piense, llame a su viejo, llame a su vieja, consulte con su primo (que ahora es motoquero heavy metal, pero que era rude boy), busque en su biblioteca el primer tomo de "Historia del Ska Argentino, de la prehistoria hasta nuestros días" y cuente. Considere que no hablamos acá de calidad, méritos ni persistencia. Simplemente nos importa saber si existieron.

    Esto es lo que hay por ahora, sin orden en particular:

     

    Intocables - Cadillacs - Kabuto - Insurrectos - Espías secretos 

    Skabu Simbel - Romana Patrulla - Los Chiflados - Alfonso S’Entrega

    Auténticos Decadentes - Servicio Secreto - Los Invasores - Los Secuaces

    Los Oxidados - Paladines de la Justicia - Sir Coxsone - Perfectos Idiotas - Los Calzones

    Los Eyelites - Gordos Olímpicos - Pinche Cabrón

     

    medium_Los_Insurrectos_2.jpg

     

    Los Insurrectos (live @ ATC)

    Ni Romero, ni Luna, ni Pigna lo van a hacer. ¿Así que por qué no?

  • Noticias de ayer, extra

    Esto publicaba ayer la agencia estatal de noticias argentina Telam. Presten atención al segundo cable...

     CONFIRMAN PRISION A SKINHEAD POR PORTAR BOMBAS MOLOTOV

     596 palabras
     09/01/2007 18:00

     

    Buenos Aires, 9 de enero (Télam).- Un "skinhead" que está detenido por el crimen de un muchacho en un pub porteño en el que se iba a realizar un recital, en 2005, quedó procesado también por la tenencia de bombas molotov que habían sido preparadas para ser arrojadas durante el show musical.
    Fuentes judiciales dijeron que se trata de Matías Maximiliano Rodríguez Suárez, quien ya está detenido con prisión preventiva acusado del crimen de Iván Alexis Kotelchuk, cometido la noche del 12 de junio de 2005 en las afueras del bar "Dark", en el centro porteño.
    Ahora la sala II de la Cámara Federal confirmó también su procesamiento con prisión preventiva por haber llevado a ese lugar bombas molotov que no llegaron a ser utilizadas pero que tuvieron como fin "atentar contra la seguridad común", según el fallo al que accedió Télam.
    El delito prevé hasta 15 años de prisión y será juzgado en forma separada en el fuero federal, más allá del proceso oral por el homicidio de Kotelchuk que ya se encuentra en un tribunal oral porteño número 28, desde donde se remitieron copias de la causa a la Justicia Federal para que se investigue la tenencia de las bombas.
    En la causa también están detenidos por el mismo delito los "skinheads" Julio César Ramundo y Ariel Estebal Pardal, quienes no apelaron los procesamientos dictados por el juez federal Jorge Ballestero.
    El 12 de junio de 2005 en el bar Dark ubicado en avenida de Mayo 912 hubo una pelea entre dos grupos, skinheads y darks que terminó con la muerte a puñaladas de Kotelchuk.
    En el lugar, la policía secuestró una bolsa plástica con cuatro botellas de vidrio, que resultaron ser bombas molotov.
    Los camaristas dieron por probado que "integrantes de un grupo de skinheads -de la submodalidad 'sharp'- provocaron la pelea con jóvenes de la cultura dark", al que pertenecía Kotelchuk.
    "Se comprobó un acuerdo entre todos los que realizaron el ataque, entre ellos Rodríguez Suárez", recordó el tribunal de apelaciones en base a las conclusiones a las que se llegó en la justicia criminal.
    Antes de dirigirse hacia un recital donde tocaba ese día el grupo de rock "Comando suicida", los skinheads se reunieron en un departamento cercano desde donde partieron con las bombas molotov.
    "Tuvieron bajo su esfera conjunta de dominio el material explosivo referido desde que salieron del departamento mencionado hasta que lo dejaron abandonado en la escena del hecho, independientemente de quién o quiénes lo hayan portado en particular", expresaron los camaristas Horacio Cattani y Eduardo Luraschi.
    Pero antes de poder usar los explosivos, comenzó la pelea en la que Kotelchuk fue asesinado a puñaladas y los skinheads huyeron del lugar dejando la bolsa con las bombas y una sevillana tirada en la vereda, junto a un puesto de diarios.
    Los camaristas entendieron que las molotov se prepararon para "provocar delitos contra la seguridad común, si se tiene en cuenta que este tipo de bombas consisten en un material altamente inflamable, de fácil manipulación y detonación".
    "En condiciones aptas para ser utilizadas fueron portadas en la vía pública y llevadas a un recital donde -se supone- concurriría una importante cantidad de personas", agregaron.
    Además recordaron que en la causa por el asesinato se estableció que "esa noche habría existido una especie de rito iniciático en el grupo skinhead involucrado".
    Por último, la cámara rechazó revocar la prisión preventiva de Rodríguez Suárez en base a "razones fundadas para pensar que en caso de recuperar su libertad, el procesado intentará eludir la acción de la Justicia". (Télam).-

    kp-hch-jab

    SKINHEADS AFIRMAN DIVIDIRSE SEGUN POSTURAS FRENTE A VIOLENCIA


     362 palabras
     09/01/2007 19:26

     

    Buenos Aires, 9 de enero (Télam).- Los skinheads, grupo cultural al que pertenece el joven procesado por la tenencia de bombas molotov preparadas para arrojar durante un recital, se identifican por tener las cabezas rapadas aunque afirman dividirse según la actitud frente a la violencia.
    Aunque siempre se los relaciona con grupos extremistas de derecha identificados con los ideales nazis, inicialmente el movimiento tuvo un origen cultural y musical.
    Nació a fines de la década del '60 en Gran Bretaña, cuando jóvenes inmigrantes que introdujeron sus raíces musicales del ska y el reggae en barrios obreros, utilizaron como imagen la conocida cabeza rapada, analogía de los afroamericanos, muchos de los cuales integraban el movimiento.
    En la década del '70, el Partido Ultraderechista inglés utilizó su imagen y surgieron los "Boneheads", los "Skins" Nazis propiamente dichos, conocidos por sus fuertes prejuicios contra homosexuales, negros y otros subgrupos culturales.
    Por su parte, los SHARP (cuya sigla en inglés significa Skinheads Anti Racistas) nacieron en 1988 en Estados Unidos como una organización opuesta a la violencia gratuita, con el objeto de limpiar el nombre de su movimiento de los actos realizados por neonazis.
    Por ese motivo, afirman que se oponen al fascismo y a todo tipo de discriminación y desean mantener el nombre original de su grupo como forma de reivindicación de sus ideales, aunque el joven procesado fue identificado como integrante de este movimiento.
    Asimismo, el movimiento Dark, al cual pertenecía el joven asesinado, surgió en Francia en la década del '70 como movimiento juvenil de protesta ligado a la música punk, caracterizada por un sonido estridente y atuendos exóticos, que funcionaba como expresión de disconformismo social.
    El rechazo a la guerra, hambre y consumismo que generó ese género musical fue desplazado con el paso del tiempo por el mero modismo ligado a la vestimenta, por lo que el dark surgió como contracultura de su banalización y del capitalismo.
    Su estética, que emula un ideal de soledad e introversión pacifistas, recrea la apariencia del luto, con el color negro y la oscuridad como bandera, motivos góticos y medievales y accesorios y maquillaje para ambos sexos, en labios, uñas y ojos. (Télam).-

  • R.I.P., Tower

    medium_Tower_20Records.jpgChau, se acabó Tower Records. Y al que diga que en realidad Tower todavía vende discos en Internet, simplemente le repito: se acabó. Hace algunas semanas todos los locales de Tower en Estados Unidos entraron en una irreversible cuenta regresiva hacia el inexorable cierre.
    Con lo que no se terminó una empresa sino una era. Algo de lo que ya se habla hace algunas temporadas, pero que creo que hasta ahora no habíamos experimentado tan brutalmente, en toda su dolorosa contundencia. O por ahí soy yo, no sé.

    Según la Wikipedia (hablando de cambios...), Tower fue fundada en 1960 por Russ Solomon, en Sacramento, California. Solomon usó el nombre de la farmacia de su padre. Y a los siete años abrió su segundo local, en San Francisco. Y con el tiempo la expansión llegaría hasta Malasia, Irlanda, Filipinas, Israel, Colombia y hasta un inexplicable país al sur de Paraguay. Hasta que en 2004 la cadena se declaró en quiebra, sumergida en una crisis causada por factores que cualquiera que haya leído hasta acá conoce de memoria (y hasta habrá contribuido alegremente a acrecentar!).
    Tower se posicionó efectivamente como la cadena que lograba resolver la (¿falsa?) contradicción entre mercado masivo y especialización y, por qué no, amor por la música. Vaya concepto exótico. Es decir que promocionaba y vendía medium_tower.jpgdecenas de miles de discos del Top Forty de cada momento pero al mismo tiempo ofrecía completas selecciones de géneros "menores" como jazz, música del mundo, punk y, glup, música jamaiquina. Su slogan era "No music, no life".

    Algunos recordarán acá, mientras una lágrima con forma de 7" se desliza hasta el teclado, la batea de reggae en la primera etapa del Tower de Santa Fe y Riobamba. Un amigo, no sin ironía, exclamaría ante todo esto: "Qué vuelva Carlitos!"
    Carlitos, Dios nos proteja, ya no va a volver. Pero si lo hiciera, a pesar de todo, Tower no regresaría con él.

    Para mí Tower es esto: volver del colegio, almorzar y caminar dos cuadras desde casa hasta la ruta 7 donde quedaba uno de los mejores locales de Tower en Estados Unidos, el de Vienna, Virginia. Ahí podía pasarme horas, la gran mayoría de las veces sin comprar nada. Ya había CD, que ganaban cada vez más terreno, pero me dedicaba a los vinilos: iba pasando con los dedos uno por uno y contemplaba las maravillosas tapas de Specials, Crass, Dead Kennedys, Bauhaus y de tantas cosas que hasta hoy no escuché, pero que entonces conocía de memoria.
    Inexplicablemente, al llegar a un disco conocido, paraba. Levantaba con las dos manos, por ejemplo, "London Calling", y me quedaba contemplando, como si me pagaran para controlar que por la noche nadie hubiera entrado al local y hubiera tachado los títulos de las canciones en la contratapa...

    medium_world_music_tower8232003.jpgCada vez que volvía a casa con una bolsita amarilla y letras rojas, más o menos cargada, ése era el mejor día de mi vida. Ahí compré "Sandinista!". Y "Machine Gun Etiquette", de The Damned, que seguramente es uno de los vinilos más queridos en mi top ten personal. Esos vinilos la buena gente de Tower los metía en unos sobres de una especie de celofán grueso que eran lo máximo. Pero si no compraba nada y era, por ejemplo, el primer jueves del mes, no importaba porque sin gastar un centavo podía llevar el City Paper (notable diario gratuito local con toda la información de shows y más cosas), la Pulse (excelente revista gratuita de Tower, con muy buena información) y los volantes de recitales de la zona. Lecturas que, apenas por unos dólares, se complementaban estupendamente con MRR, Flipside, Reggae Times, Propaganda, The Big Takeover y tantas más... (prácticamente por lo mismo que cuesta la Inrockuptibles, para el que esté pensando que esta es una enumeración casi obscena)

    Después tuve mucha suerte y gracias a los viajes pude conocer más o menos quince Tower de distintos lugares. Soy pobre, pero soy un Tower experto. Y mi nivel de compras es bajísimo en relación con la cantidad de horas que pasé en sus locales. Pero la última compra fue casualmente en aquel Tower de Vienna, en octubre del año pasado. Un CD de The Beat, otro de Agent Orange, y dos DVDs para regalo, uno de Social Distortion y uno de George Harrison. Llevé todo al mostrador donde me atendió un cajero punk adolescente. Sonrió y me felicitó al ver la selección. Y me preguntó qué discode Agent Orange le recomendaba. Como en muchas otras cadenas, me ofreció la tarjeta de descuento Tower. Le expliqué que no tenía demasiadas oportunidades de usarla, así que sólo me serviría si el descuento se aplicaba a esa misma compra. Me respondió que no, que corría a partir de la próxima, pero que, bueno, no había por qué ser tan estrictos, no? Y me hizo un 10 por ciento de descuento. En Estados Unidos? En un megastore? Síp.

    En el show de Madness, acá, me robaron la billetera. El registro de conducir apareció mágicamente en la billetera de Mr Sala, aquí firmante. Pero la tarjeta de Tower no, aunque de todos modos ya no servía para nada (especialmente para el que se la apropió). Si hubiera aparecido, la guadaría con tanto afecto como el volante de Los Oxidados y Espías Secretos en Sao Bar...

    Que quede claro, esto no es un canto a Tower, sino a las disquerías en general. A las buenas disquerías. Cada uno tendrá la suya.

    Tampoco es un arranque nostálgico. La frase "todo tiempo pasado fue mejor" siempre me recuerda inmediatamente al Holocausto y al Proceso. Simplemente leí el diario y me acordé de esas tardes de disquería, cuando el tiempo quedaba suspendido y terminaba saliendo a la calle mareado y el ruido de los autos me aturdía y hacía cuentas mentalmente para ver cómo haría para comprar tantos discos. Bueno, Tower cerró mucho antes de que lo consiga...