¿Suggs + Quilmes?
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¿Suggs + Quilmes?
En la cuenta regresiva...
Sábado 13.44. Olvido por unos minutos el tema recurrente de la semana (“¿cómo demonios hacer para poder ir a ver a Madness este viernes?”), es hora de probar sonido con Satélite en el escenario principal de Creamfields. Vamos a hacer algo bien distinto: los vientos atrás, tres teclados y DJ adelante, los Iluminate como invitados... Me dicen que se vendieron 80.000 entradas.
Sábado 16.30. En minutos tenemos que subir a tocar. Por suerte acaban de dar puerta, pero ya hay público. Sólo resta un problema: los Iluminate no llegan... Agarro el coche y voy a buscarlos adónde sea.
Sábado 16.45. Satélite ya está tocando y yo tengo a los Iluminate en el auto, rompiendo récords de velocidad para llegar al menos para el segundo tema. Digan que los Iluminate son buena gente... www.iluminate.org
Sábado 17.30. Todo salió muy bien. A conseguir cerveza!
Sábado 18.43. A Bad Boy Orange lo conocí hace años como operador en una radio. Ahora está dando un show increíble, con una banda buenísima. Bad Boy pone en ridículo aquel debate sobre si los DJ son músicos o no. O mejor dicho: lo hace intrascendente. www.djorange.com
Sábado 20.00. Ya tuve suficiente Creamfields. Me voy a comer empanadas a lo de Alfredo (a quien no le interesa mucho el ska, pero vio en vivo a Skabu Simbel. “Me gustaban más lo Intocables”, dice, “sobre todo el reggae que cantaban con Fidel”)
Domingo 1.00. Vuelvo a Creamfields. La posibilidad de entrar con el auto hasta atrás mismo del escenario es tentadora. También el hecho de que vivo muy cerca. Justo cuando entro Underworld está tocando “Born Slippy” (“el de Trainspotting”). ¿Quedará algún Satélite suelto por ahí? Debe haber unas 80 veces la cantidad de gente que vio a Satélite. Lo cual es muy injusto, pienso: Underworld es 160 veces más famoso que Satélite...
Domingo 2.30. Cuando empiezo a pensar que la música electrónica es lo mío, aparece el DJ Sasha para confirmarme que en realidad no. Chau Creamfields.
Domingo 13.47. Conseguimos casa-club para el verano! Esto quiere decir que habrá segunda edición del Festival Internacional de la Canción, esta vez en Tortuguitas. El año pasado tocaron en la sede-Pacheco Chris Murray, Juana Chang, Rubin y Juan Ravioli. Un éxito. Otro éxito.
Domingo 20.45. Hablando de Rubín y Juana Chang, los dos están en Niceto, en el Stomp. Este festival es de lo mejor del año en Buenos Aires. No sé si hay otra instancia en la que se junten tantos melómanos porteños. Pero este año no me convence demasiado. Aunque Las Curvettes son una buena banda. www.fotolog.com/lascurvettes
Domingo 22.14. En el Stomp también está Mariano, de Sombrero Club, buena banda two tone. Tiene una remera de Madness y me pregunta con luces en los ojos: "¿Vas al aeropuerto?!" Tengo que responderle que con suerte voy al concierto. Le digo: "Técnicamente ya es un hecho que no puedo ir al Personal. Pero sé que sí voy!".
Domingo 23.20. Nos vamos con Rubín a un bar supuestamente indio, a la vuelta de Niceto. No es indio, pero tiene muy buena cerveza y buenos sandwiches. Aprovechamos para definir la lista del show del domingo próximo, en el Bafim. Anotamos: "Watching the detectives" (Costello), "Teenage Kicks" (Undertones), "In the City" (The Jam), "Johnny the Horse" (M.), "Country Roads" (versión Toots), "Because" (Beatles). Qué bueno es tener una banda...
Lunes 1.45. No puedo creer que este corrector del Word sea tan idiota para corregir automáticamente “Madness” como “Mandes”. Otra burla del destino cruel...
Puedo decirlo sin falsa modestia: este es el mejor ska-blog del mundo con fotos recientes de las Islas Malvinas. El que conozca uno mejor, que me diga cuál es.
Así es, ska fans, a la izquierda de la pantalla encontrarán unas fotos de hace un par de semanas en Puerto Stanley y alrededores.
(del diario de viaje)
"La imagen que muchos argentinos tienen de las islas es invernal, militarizada y triste. Malos recuerdos de páginas amarillentas, con fotos difusas y títulos oscuros. Puerto Stanley soleado y colorido no es en lo primero que uno piensa. Pero ese es el pueblo con el que se encuentra el Nordnorge el domingo. El clima extraordinariamente benévolo (después de un duro invierno sin primavera) parece poner de estupendo humor a los kelpers, que te saludan por la calle. No hay mucho tiempo, pero lo primero será conocer a pie, muy superficialmente, la capital: el museo, las iglesias, el memorial a los 250 caídos ingleses en 1982 (el de los 750 argentinos está fuera del pueblo)… También los pubs (como el famoso The Globe; Guinness a tres dólares) y hasta el supermercado de la omnipresente Falkland Islands Company (FIC, en logo celeste y blanco), repleto de mercadería británica, incluyendo discos de Madneess y Terry Hall (y un solitario producto argentino: Catena Chardonnay, a 13 libras).
Al mediodía partimos hacia Long Island, que no es una isla sino una granja o más bien una estancia una hora al norte de Stanley. Neil y Glenda Watson, los kelpers anfitriones, viven aislados en esta isla, geográfica y culturalmente. Todavía usan su cocina-estufa a turba, crían ovejas junto al mar con la ayuda de tres perros ovejeros, e hijos y nietos.En el camino de vuelta, Sharon, sexta generación kelper, nos muestra diferentes sitios donde se atrincheraron militares argentinos e ingleses, donde se produjeron batallas y los restos de un helicóptero argentino destruido en tierra y ahora cubierto de mensajes del tipo “David estuvo aquí” y “Tina ama a Taylor”.
A los dos lados de la ruta hay sectores alambrados y cada tantos metros se ven unos cartelitos colorados. De cerca, se lee: “Peligro. Minas”. “De la guerra nos quedaron más de cien campos minados –dice Sharon-. Yo tengo uno detrás del jardín de casa… No existen registros completos de dónde están las minas así que es muy difícil desactivarlas. De todos modos, aunque no es lo ideal, tampoco nos complican mucho la vida”. Entrar en un campo minado, aunque suene insólito, es un delito. “Cuesta creerlo, pero hay gente estúpida que cree que esto es un juego, así que hubo que tomar medidas y poner multas”, explica Sharon, que no intenta ser políticamente correcta con los argentinos, supuestamente responsables de estas tierras explosivas y vedadas: “A veces nos preguntan cómo podemos vivir tan aislados del mundo, pero la verdad es que nosotros desearíamos estar aún más lejos de nuestros vecinos…”
De regreso en Stanley, sólo queda esperar en el centro de información turística y gift shop el colectivo para volver al puerto. Es la oportunidad de comprar por un par de libras unos de esos carteles de los campos minados, que los isleños transformaron en simpáticos souvenirs.