Grabar un disco es una fiesta. Es una situación especial, poco frecuente. Tocar en vivo también es una situación casi festiva. Pero para una banda pueden llegar a pasar cien shows antes de entrar en un estudio. O muchos más.
Por eso, hacer un nuevo disco es una instancia tan esperada. Aunque, en realidad, el disco se empieza a cocinar mucho antes de cerrar la puerta del estudio. En mi caso personal, comienza una noche cualquiera en la que me cuesta dormir. O en el tren hacia Retiro. O caminando por Saavedra. Después, sigue en casa, frente al teclado y a un cuaderno (actualmente una Moleskine negra de hojas amarillentas y con renglones). Continúa en la sala de ensayo. Y vuelve al tren y a casa y al anotador. Y así muchas veces, tantas como canciones pueda tener un nuevo disco.
Son meses de ideas (malas o regulares o decentes o pasables: esa es otra cuestión) rebotando en la cabeza como un Angry Bird. E igual que los pajarracos estos, algunas se estrellan improductivamente, otras logran derribar algún chanchito (personal, claro) y alguna más parece suficientemente robusta como para tirar abajo una buena estructura. O eso uno cree.
Cuando tenemos suficiente fe y cuando algo parecido le pasa a unos cuantos o a todos los integrantes del grupo, entonces lo decimos, pero ni falta haría: es momento de grabar el nuevo disco.
Tal es el proceso previo, que grabar necesariamente resulta un momento muy ansiado. Es el momento de sacarse de una vez por todas esas melodías que se repiten una y otra vez en la cabeza, en el tren, cuando no podés dormir, etcétera. Esto es muy serio, realmente: llega un punto en el que necesitás sacarte el “proyecto” de encima, no te queda otra opción. Debe pasar en otro tipo de actividades-proyectos, me imagino.
Bah, quizás estoy generalizando a partir de algo que me ocurre a mí solamente. Además, soy medio obsesivo, como suele decir la gente que es obsesiva del todo. Para mí, la cosa no pasa sólo por mis temas o lo que vaya a tocar con el teclado. No, la previa incluye todos los temas, propios y ajenos, el orden de los mismos, la preproducción, la producción, las postproducción, la tapa y, lógico, el título y los liner notes. Son meses en los que me cuesta dejar de pensar en estos asuntos (otra vez, para bien o para mal, no hay garantías).
Entrar en un estudio, finalmente, es liberador. Aunque, por otro lado, es una trampa. Porque en el caso de una banda como Satélite, los tiempos y las posibilidades, en general, no son ilimitadas ni mucho menos. Por lo cual, no es que vayamos al estudio con un universo de opciones a nuestra disposición, sino más bien que encaramos la grabación… como podemos. No me malinterpreten: no es que seamos excesivamente austeros, pero sí es cierto que hacemos las cosas más bien como un golpe comando, con un plan maestro. Vamos, hacemos lo nuestro y salimos.
Me cuesta entender esas situaciones en las que algunas bandas pasan meses, muchos meses, sin cerrar un disco. A mí, un proyecto así sin cerrar no me dejaría vivir, honestamente. No podría. En fin, cada a uno a su paso, supongo…
Quizás soy demasiado ansioso. De hecho, son conciente de que ciertos aspectos de un disco podrían salir mejor con más ensayo, más tiempo de maduración de las canciones, más espacio para más ideas… PArticularmente en este caso de Satélite, que es la primera vez que grabamos un disco con temas totalmente nuevos, que no venimos tocando sino que los armamos especialmente para la grabación. En ese sentido, este sería el disco más... digamos más cercano a una "obra" en sí, y no el mero registro de un momento de la banda, como fueron los anteriores.
Pero no sé bien por qué hay un momento en el que siento que hay que registrar ya lo que hay. Que lo próximo que se pueda hacer o mejorar, será para otro disco, más adelante. Que lo que hay ahora es lo que hay ahora, y eso es lo que hay que grabar. Hay una delgada línea entre tal pragmatismo y el apresuramiento suicida. Pero también hay una delgada línea entre la especulación y la creación, en estos casos. Y me parece que es mejor tomar el riesgo, siempre, antes que pasarse de cauteloso.
Así que ahí estamos, con Satélite, cocinando un nuevo disco, sencillamente porque sentimos que era el momento justo para hacerlo y para disfrutarlo. Más o menos las mismas razones por las que uno decide hacer una buena fiesta, una de esas fiestas que sólo se dan cada tanto.