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  • Ahora todos van a leer tu remera # 8: Mi vida con Tonino Carotone

    27 de mayo de 2009:

    Otra vez fui reclutado para la banda con la que Tonino Carotone tocará en Argentina. ¿Cómo que quién? Tonino Carotone. Un vasco con nombre artístico italiano, italianamente cómico, que vivió en Grecia y flirtea con la música española, italiana, griega, balcánica, argentina, norteamericana (claro), jamaiquina y probablemente también extraterrestre si es que hay vida en otros planetas y esa vida es disipada, alegre, nocturna y con un aceptable grado de alcohol o similar en sangre. El del hit "Me cago en el amor". Un tipo flaco, bajo, voz aguardentosa, bigotes finitos, chupines, bastón, sombrero, bufanda con calaveritas, pésima memoria, elegancia lumpen, mirada vidriosa. Y labia, mucha labia. Labia para noches largas, para interlocutores casuales, para tugurios, garitos, piringundines y sótanos húmedos. Y cientos de canciones, propias y ajenas, en su repertorio.

    La primera vez que vino a Buenos Aires acompañaba a Manu Chao, en aquel show del ex Mano Negra en Obras, a pleno. Manu Chao le edita los discos a Tonino. Ya tiene como tres. El último salió hace muy poco, se llama "Ciao Mortali" y es el que presentará este jueves en La Trastienda. Es el mejor, con su mezcla de Adriano Celentano y Daniel Melingo.

    20150129_122216_resized.jpgLa segunda vez que visitó esta ciudad fue en 2007. Hizo un par de shows, ya sin Manu Chao, con una banda de músicos de Satélite Kingston, Me Darás Mil Hijos, Pequeña Orquesta Reincidentes y Los Cocineros. El show de Niceto estuvo especialmente bueno. Yo toqué el piano y ahora volveré a hacerlo. Hubo que aprenderse o reaprenderse, según el caso, como veinte canciones. Algunas muy bonitas.

    Tonino llegó a Buenos Aires ayer, lunes, desde Santiago de Chile, donde acababa de cantar. Vino con manager, mujer-corista, guitarrista y un amigo o algo así. Nos reencontramos todos en la legendaria sala de ensayo de Perico, en el Abasto, sobre la que algún día habría que escribir algo aparte. Los españoles aparecieron bastante más tarde de lo previsto y se los notaba, digamos... de muy buen humor. Nos trajeron de regalo unas remeras muy majas, merchandising oficial de la gira tonina.

    Creo que Tonino no me reconoció a pesar de los shows anteriores. Igual me saludó entusiasmado. Estaba con su sombrero y su bastón, con ese característico look de monarca de los dandis pobre, de Señor de los Callejones. Tonino podría ser también el crooner en un bar para cyberpunks borrachos con aceite de motor, en un oasis a la “Mad Max III”.

    El maldito corrector automático insiste en cambiarme "tonino" por "tonito". Pero era Tonino el que anoche insistía con que se notaba que la habíamos "currado" y que sonábamos "finos" y nos daba la mano y sacudía su bastón y daba unos pasitos de baile en el medio de la sala, pura felicidad. Así que nosotros, contentos también. Y aliviados, porque aún recordábamos el primer ensayo de nuestra anterior aventura carotona: Tonino parecía querer incendiar Buenos Aires antes de partir raudo hacia Ezeiza, mientras golpeaba la frente contra una pared de la sala y pedía a su representante algo para el estómago. Todo porque no nos acordábamos bien un par de compases. De madrugada, se fue zigzagueando por Corrientes, dirección Chacarita. Quién sabe cómo terminó eso, aunque no es difícil adivinarlo.

     

    28 de mayo de 2009

    Tonino me mira con su rara habilidad para clavar los ojos sin ver nada en particular. Como casi siempre, me dice algo, pero no escucha lo que le contesto. Su segundo día en Buenos Aires le cuesta. Es bastante tarde, tiene que ensayar, pero no recuerda las letras. Intenta leerlas del librito del disco, pero la tipografía es muy chica. "Ostia, nunca tuve problemas de vista...", se lamenta, demasiado agotado hasta para quejarse. Pero, muy de su personaje, cuando finalmente se mete en la canción, la verdad es que no importa más nada, ni siquiera si conecta bien las palabras. La gracia del tema pasa por otro lado, un costado menos vulnerable y más genial.

    Cansadísimo, ya espera que le alivien un poco la agenda del día siguiente, aunque, como un campeón golpeado, asegura que lo que haya que hacer lo hará. "Que para eso he venido...", se resigna. Le han pautado bastantes entrevistas, por ejemplo, y la que más lo motiva será mañana con un director de cine XXX. "Nos toca porno; estoy entusiasmado", explica mirando el suelo y empuñando el bastón. Respira agitado y le brillan los ojos. Qué habrá entendido Tonino, de qué se tratará realmente esa nota... Pienso en eso mientras escucho de fondo que Carotone nos quiere anotar en un papel el nombre de un dibujito animado, para buscar en You Tube, en el que el protagonista constantemente muestra su trasero. "Es como yo de pequeño, ¡joder!", retoma velocidad.

    A todo esto, estamos rodeados de camarógrafos. La troupe de Tonino parece inquieta. Su mano derecha, Simone, un guitarrista italiano de larga y enrulada melena, tiene una relación curiosa con el cantante, un poco como Benicio del Toro, el "abogado" de Johnny Depp en la película "Pánico y locura en Las Vegas". Una especie de asesor nebuloso, un cómplice absurdo. Además, toca como un hijo de puta.

    Las canciones salen más que aceptables y eso mantiene los ánimos dentro del hemisferio del optimismo. La Trastienda, ahí vamos...

     

    29 de mayo de 2009:

    Alguien dice "¡los de la banda, estén listos porque por ahí tocan uno más!". Lo escucho desde un baño del subsuelo de La Trastienda mientras Tonino Carotone canta un bonus track de su apoteótico show porteño solo con el guitarrista Simone. Salgo y me alisto por si toca volver al escenario. Por mi, haría los veinte temas de nuevo. Sería una gran oportunidad de enmendar los pifies que sé que cometí. Aunque sobre todo sería una chance de alargar el instante de felicidad.

    20150129_122235_resized.jpgPero no volvemos. Tonino y Simone acaban la faena. Si los dejan, siguen toda la noche y los demás los acompañamos hasta el mismo infierno, si es que en el infierno hay bebidas frías y todo lo demás.

    En lugar de eso, nos retiramos a dormir. Con el retrogusto de un show recontraintenso. Tonino, qué personaje. Hasta para equivocarse es elegante. Si los ensayos andaban más o menos bien, en vivo la cosa explotó exponencialmente. Este hombre no improvisa, al menos no sin saber exactamente lo que hace. Simone, su guitarrista, su capitán, en medio de un tema se da vuelta hacia el resto de la banda y se hace la seña de la cruz con la mano de la púa, como diciendo "Dios sabe qué pasará ahora..." Una sola de esas miradas vale por un año de profesor de piano.

    De nuevo en el camarín, Tonino cuenta una larga historia del autor de "Cuando calienta el sol", un tano. Parece que se estaba quedando pelado. Entonces usaba un sombrero. Un día, un espectador le arrebató el sombrero, exponiendo su alopecia. “Y el tío abandonó la música. Hoy tiene una empresa de remises en Nueva York”. Así lo contaba Tonino, si no con certeza, al menos con gracia. Mondo dificile, vita intensa...

    Guardo la foto de Tonino retorciéndose en el escenario. Me da un poco de pudor por el resto del gremio musiquero. Este Tonino pone las cosas en su lugar.

     

    31 de mayo 31 de 2009

    Se ve que paramos. Medio dormido, miro por la ventanilla, pero no identifico el lugar. Podría ser Rosario, pero no dan los tiempos; salimos hace tres horas, demasiado pronto para un micro que se detiene en todas. Debe ser San Nicolás, aunque no puedo confirmarlo. No es un rápido. La empresa se llama... ¡Mercobus! Nombre adecuadísimo para un viaje relacionado con Tonino Carotone y algunos de mis compañeros. Igual, Tonino viaja en avión. Otros, en cambio, vamos en este bondi hacia Córdoba para el último show del mini Tonino Tour.

    Pero no sé exactamente dónde estamos cuando veo al chofer golpear la puerta del baño gritando "¡No se puede fumar ahí!". Con fundamentos, sospecho que adentro del toilette hay algún conocido y espero con cierta morbosidad verle la cara al salir. Sin embargo, un par de minutos después asoma con sonrisita culpable y enormes lentes negros una dama de unos sesenta años.

    Hace tres horas salimos, decía. La terminal de micros de Retiro es un lugar perfecto para los desencuentros. Casi parece diseñada a tal fin. Siempre tengo la sensación de que todo puede complicarse en ese hall, sobre todo cuando es de madrugada. Efectivamente, los pasajes que debían esperarnos en la boletería fallaron y sólo nos quedó comprarlos apostando a una tardía reparación del gasto. Además, en verdad el micro partía 15 minutos antes de lo que nos habían dicho, así que llegamos pasada la hora y tuvimos que agarrarlo saliendo de la estación, frente al Coto de Retiro. Acá estamos.

    Me armé bien el equipaje: cepillo de dientes, remera de recambio, cinco ejemplares del libro "La manera correcta de gritar", cinco CD de Satélite, cables, la revista La Mano tapa Bob Marley, el Sí de Clarín y "Desayuno de campeones", de Kurt Vonnegut. Buen viaje.

    Horas después, llego al hostel de la calle Santa Rosa al 400, casi centro de Córdoba capital. Quiero bañarme y me mandan a un ducherío comunitario que me recuerda que ya no doy "target hostel". Me "alquilan" una toalla. Es del tamaño de una servilleta (doblada) pero tiene un agujero de las dimensiones de un mantel. ¿Este es el mejor trabajo del mundo o me parece a mí?

     

    1 de junio de 2009

    Bueno, acá vi algo que nunca había visto antes. Me refiero al show de Tonino en Córdoba. O mejor dicho al postshow de Tonino en Córdoba, en un sitio llamado Captain Blue, zona de El Abasto cordobés, como frente a la Cañada, llena de boliches, más que nada cuarteteros en grandes galpones reciclados. Bah, más que reciclados, "adaptados".

    En el más rockero de esos reductos, ante una 1500 personas, Tonino terminó sobre un cajón de cerveza, haciendo equilibrio en un pie con los ojos cerrados y la garganta en llamas. TODOS estábamos en llamas en ese punto. Creo que disfrutamos mucho persiguiendo (más que siguiendo) al tipo por sus canciones, que adaptó a su antojo sobre la marcha. Mejor así.

    Pero lo llamativo fue que en cuanto entró en el camarín, le pidió a su guitarrista, el leal Simone, de Milán, que volviera a sacar el instrumento. ¡Y se puso a cantar otra vez! Tangos, rancheras, rumbas, de todo y a los gritos y con una toalla en la cabeza. Incluso se perdió por esto una invitación para ir a ver a La Mona. Al rato, Simone se fue, vencido, al hotel. ¿Y Tonino? Siguió cantando a capella. A las 7 de la mañana, agarré mi teclado y me tomé el micro de vuelta a Retiro. El gallego debe seguir cantando en algún antro de Córdoba.