Después de almorzar comida japonesa con cerveza Asahi en el restaurante de un sexto piso a metros de Nazca y
Avellaneda, nos sentamos en la soleada platea local a ver cómo Ferro perdía un partido más en su propia cancha, esta
vez contra Belgrano de Córdoba, que luchaba por el ascenso (y que fracasaría en el intento), pero no conseguí
concentrarme en la pelota, pensando en la historia mínima y rara que Esteban me había contado mientras
caminábamos hacia la boletería sobre la avenida con el tránsito cortado entre hinchas de verde.
La historia era más o menos así. Resulta que Esteban trabajaba hace unos años en una conocidísima librería de la calle
Corrientes. Ahí, mientras atendía al público, me explicó, solía ver de vez en cuando a un cliente que le recordaba
mucho al escritor español Enrique Vila Matas. Tanto le llamaba la atención el parecido, que un día se animó a
acercarse al cliente y le preguntó: “¿Sabe que ustede se parece mucho a un escritor español, Enrique Vila Matas?”. El
tipo le respondió que no lo sabía, que ni conocía a ese escritor. Esteban le pidió que esperara un minuto y buscó algún
libro de Vila Matas que tuviera un retrato del autor en la solapa o la contratapa, para mostrárselo. No encontró y el
tipo se fue sin ver a su doble y aparentemente sin darle mayor trascendencia al asunto.
Años después, más precisamente el mes pasado, durante la Feria del Libro, Esteban fue a una conferencia de Vila
Matas en Palermo. La sala estaba llena y se quedó afuera, demorando la vuelta a casa, pero ya sin esperanzas de
entrar. Entonces se sorprendió al ver en la misma situación a aquel cliente. Sólo al escuchar a Vila Matas comenzar su
presentación dentro del auditorio, Esteban estuvo seguro de que el hombre no era el autor de “Suicidios ejemplares”
sino alguien con una estructura genética curiosamente similar, al menos en ciertos aspectos superficiales, en algunos
rasgos salientes.
Mientras procesaba esta información, se encontró con otra persona: un ex compañero de aquella librería. Lo saludó y,
después de ponerse un poco al día, le contó: “Mirá, acá hay un tipo que venía al local y que es igual a Vila Matas. ¡Y
ahora está acá, en una conferencia de Vila Matas!”. Le mostró al hombre. Y su ex compañero le dijo: “Es mi viejo”.
Más tarde, Esteban supo que después de informarlo acerca del parecido, el hombre había buscado libros de Vila
Matas y se había hecho fan de... su doble.
¿Y? Y, la verdad que nada más. Nada. Pero pruebo a ver si escribiéndolo puedo dejar de pensar en esto, que no tengo
idea por qué se me quedó en loop en la cabeza desde que me senté en la platea a ver cómo Ferro perdía otra vez.