(pequeño tributo a aquellos festivos shows de los Cafres a mediados de los 90, publicado, palabras más, palabras menos, en la última revista Rollinga Estón que está en todos los quioscos...)
"Esto es Argentina y no Jamaica". Lo decía Guillermo Bonetto sobre la potente base roots de "Dreadlocks", sexto tema del segundo disco Cafre, "Instinto". Y esa parecía ser una de las ideas-eje en la imparable secuencia de quince tracks: que acá, en 1995, año en el que pasaron por Buenos Aires Alpha Blondy, Black Uhuru, Israel Vibration y Yellowman, se podía hacer buen reggae sin necesidad de "querer ser rasta". Porque, igual, así como "este verano va a haber muchos dreadlocks", en invierno podría haber "mucho pelo corto", y es muy importante saber diferenciar, porque esto "no es una moda" y “hay que saber dónde termina la joda”.
Lo que en boca de otros podría ser simplemente una arenga efectiva, viniendo de Los Cafres tenía otro peso. Los tipos tenían todos sus papeles en orden: venían desde 1987 con esto del one drop, no eran un rejunte de sesionistas para salir a trabajar en fiestas. Eran, sobre todo, fans de lo que tocaban. Y el público, todavía escaso a pesar de los años y de los shows, lo sabía perfectamente y les creía porque, en cierto punto, eran pares.
Les creía y los seguía. Seguramente porque, además, tenía claro que Bonetto sabía de lo que hablaba. Efectivamente, el reggae había sido furor a fines de los 80 en la Argentina, y él lo había vivido desde adentro como percusionista de Los Pericos, nada menos, los sacerdotes del ritual de la banana. Pero la moda del “regui” fiestero había pasado hacía rato y Bonetto, sobreviviente, seguía luciendo unos dreads importantes. Como sus compañeros, todos más o menos con diez años de roots encima, ya estaba para otra cosa. Estaba listo.
Apenas un año antes, la banda había grabado el exploratorio “Frecuencia Cafre” y cada uno de sus shows, particularmente junto con los queribles sureños de THC, más que show era una fiesta. Es sorprendente, en serio, que en tan poco tiempo después del debut tuvieran listas quince canciones tan buenas para el nuevo CD que saldría por Ras Records/DBN.
Se grabó en Panda, analógicamente, lo que es mucho más que una anécdota para audiófilos cuando se trata de roots. Y lo mezcló en Washington DC Jim Fox, que más que mezcla en algunos temas redondeó una posproducción dub (ver “Sólo un pensamiento”). Después, incluso, se editaría “Instinto Dub”, pionero CD con versiones alternativas, ahora sí netamente dubeadas.
El comienzo era simplemente matador. “La receta”, “La foto de Zapata” y “Duro remedio”: un himno-clásico instantáneo, un reggae épico en la saga de “El romano” (veta que se extrañaría en los próximos discos) y un arrasador upbeat... “Instinto” podría terminar ahí nomás y, de todos modos, sería coronado también como lo mejor del reggae argentino… Pero no, encima tenía trece temas más. Como “Dreadlocks”, del que hablábamos antes; “Volar hasta allá”, “Seguridad”, “Rub a Dub” o “La magia”, vieja y suave canción del entonces guitarrista Gustavo “Tendón” Pilatti, hoy en Nonpalidece, que había quedado fuera de “Frecuencia Cafre”.
Los Cafres de entonces tenían la paradójica habilidad de sonar eclécticos sin correrse del género ni medio compás. Porque, como decían en “La receta”, “el reggae es belleza y no monotonía”. Así, tiraban lovers, rub-a-dub, reggae más “a lo británico”, dub, tempos arriba, abajo… Y en cada tema, en el mismo disco que marcaban que “esto es Argentina y no Jamaica”, Los Cafres instintivamente sentaban las bases del reggae latinoamericano (legalicemos el oxímoron). No por pioneros (Los Pericos e incluso Los Abuelos de la Nada y hasta Donald habían llegado antes), sino por saber más y tomárselo más en serio. Se nota en cada arreglo. Tomen la batería, por ejemplo, en manos de Adrián Canedo, que sólo continuaría en el proyecto hasta el disco siguiente. Canedo tenía por entonces una legendaria colección de vinilos jamaiquinos y así conocía cada yeite del rubro. O escuchen el entramado de las guitarras, el bajo y el teclado, sutiles, ajustados y, otra vez, distintos, renovadores. Unos innovadores ortodoxos que influyeron a cada una de las mejores (y también de las más derivativas) bandas de la actual escena de reggae latino. O de reggae-Cafre.
Más aún por el lado de las letras. Los distintos autores (no sólo Bonetto) resolvieron lo que ni Los Pericos ni la banda más under (ni Sumo, obvio) habían sacado: buenas letras de reggae en castellano. No casualmente, en el que muchos consideran el mejor disco de reggae argentino, no hay mayores referencias a los clichés importados de Jamaica con más frecuencia: Marley, el porro, el dios Jah, el rastafarismo, el trapo rojo-amarillo-verde… De hecho, en el único momento que toma el tópico rasta (otra vez, “Dreadlocks”), Bonetto lo hace más bien para desanimar, casi advertir, a los fans ansiosos por adoptar una nueva religión con el mismo impulso con el que se comprarían una tabla de skate. Al contrario, “Instinto”, más que un dogma exótico, sale a defender la libertad individual (“Duro remedio”, “Seguridad”, “Aguantar”, “Esa roca”). Se ve que en esas andaban Los Cafres entonces. Y si en aquel momento el rumbo pudo haber parecido incierto, quince años después (guau…) el presente parece confirmar que tan perdidos no estaban.
Daniel Flores