Ok

By continuing your visit to this site, you accept the use of cookies. These ensure the smooth running of our services. Learn more.

  • Susan Cadogan en Buenos Aires

    Si fuera un documental, la cámara avanzaría por las calles de Villa Ortúzar en la noche de invierno. Casas bajas, poca iluminación, menos movimiento. Se abriría una puerta de chapa y aparecería la luz del patio y un sonido medio apagado, como los chicos escuchan las conversaciones adultas cuando se están por dormir. Se abriría una segunda puerta, la de vidrio, hacia la sala de ensayo, y ahí se descubriría a quince tipos (y pensar que hace unos años hubiera escrito “quince pibes”…) entre concentrados y eufóricos, tocando “Music is in love”.

    Hay quince argentinos, pero la que canta es jamaicana, le lleva al resto más de veinte años y se llama Susan Cadogan. Acaba de aterrizar en Buenos Aires, para dar un show al día siguiente, y a pesar de sus más de 60, está ensayando a estas horas con altísima predisposición y un combo de sonrisa y mirada cómplice para cada uno de sus anfitriones: The Crabs Corporation, a pleno, más vientos, más percusión, más coristas. Hay gente de Staya Staya, Satélite Kingston y hasta Skabú Simbel.

    susan2.jpgUno de los quince se llama Gustavo, le dicen Visón y toca el bajo. Es el más concentrado y probablemente el más eufórico. Pero sólo él sabe lo que le pasa por la cabeza en ese instante.

    Gustavo es la primera persona del “ska” que conocí en Buenos Aires, exactamente en invierno de 1992. Lo tengo a un metro y medio (en esa sala mínima para 16, nadie puede estar muy lejos), pero tampoco sé qué le pasa, pero sí que “Music is in love” es una canción que compuso junto a Cadogan. ¿Viajó alguna vez a Jamaica para econtrarse con ella? No. ¿Miami? Menos. Los asimétricos “coautores” se conectaron virtualmente y así avanzaron en esta y otras canciones hace tiempo. En los 90, Gustavo reclutaba fans del ska por la calle y ahora sigue con algo parecido, pero 2.0.

    Recién ahora puede contar qué pensaba o, mejor, cuál era la sensación en la sala de Ortúzar. “En el único ensayo que tuvimos con Susan el día anterior a Niceto, llegó el turno de “Music is in love”, uno de los temas que grabamos con ella y compusimos juntos mediante mails y grabaciones de demos, melodías e intercambios de conceptos. Cuando comenzó a cantarla, me dije a mi mismo: “¡Sí, está pasando!” Fue como darme un pellizco para tomar conciencia de que ese momento era real, de que estábamos materializando un sueño”.

    Al día siguiente, Niceto. Abrieron la noche los imparables Staya Staya. En el escenario se los vio y escuchó como creo que suele pasar: siempre todavía un poco mejor que el show anterior. Fuera del escenario, en el camarín, también se los vio como siempre: como una fiesta nómade a la que da gusto ser invitado o por lo menos espiar entre bambalinas.

    susanpela.jpgAbajo, había bastante gente, sin agotar la capacidad de Niceto, pero una muy buena cantidad de público para una figura no tan conocida acá como Susan Cadogan. Buena sorpresa se llevaron lo que no la habían visto nunca en acción, con su repertorio de reggae y soul, mucho soul, muy setentoso, sus juegos escénicos, su personaje sexy. Difícil elegir un tema, pero “Hurts So Good”, el hit más reconocible de Susan, estuvo ahí arriba, previsiblemente. En cambio “Its a Shame” fue la revelación, cantado a dúo con el increíble Waldo, tecladista de The Crabs. También estuvo como invitado Rey Gabriel, haciendo para Susan un “Ken Boothe” antológico. “Breakfast in Bed” fue otra que muchos nos quedamos tarareando por lo menos hasta dos días después.

    Susan estaba feliz. Los Crabs & amigos flotaban. Por la misión cumplida, pero también por saber que en dos días habría segunda vuelta: el domingo acompañarían nuevamente a Cadogan en un lugar más chico (y relajado), Club V, en Villa Crespo. En este caso, con Satélite Kingston como telonero de un escenario sin telón.

    Otra noche memorable, con un repertorio casi idéntico a Niceto, pero con Susan aún más suelta y divertida, jugando aún más con los temas y el set, al punto de bajar a bailar entre el público y hasta besar a algunos fans en el camino. La perla, en este caso, fue “Queen of the World”, de Claudette & The Corporation, que le quedó impecable a la banda y no sólo por el nombre. Lo más curioso es que la canción no figuraba entre la lista que venían cruzando banda y cantante, por correo, sino que se propusieron tocarla apenas la noche anterior, pizza y vino tinto de por medio.

     

    Desde hace tiempo que, cada tanto, ocurre uno de estos milagros. Las primeras visitas de Rico, las más recientes de Roy Ellis y Derrick Harriot y esta de Susan Cadogan; los invitados internacionales de Dancing Mood. Nombres para melómanos, traídos por melómanos, en conciertos que no son más que celebraciones de melómanos. Ha ocurrido tantas veces ya que los melómanos tienen derecho a pensar ¿quién será el próximo? Cada uno tendrá sus propios nombres, su lista de deseos. Gustavo debe tener la suya, aunque ya haya tildado varios nombres, sellos discográficos y formatos. Pero lo mejor es que, al final, tampoco importa tanto porque la fiesta compartida, en sí, termina siendo lo más importante.