Ok

By continuing your visit to this site, you accept the use of cookies. These ensure the smooth running of our services. Learn more.

  • Ahora todos van a leer tu remera # 1: Los diez mandamientos del ska

    (Aclaración: hace ya cinco o seis años, Chikito, uno de los más consecuentes lectores/colaboradores de este blog, a quien por entonces no conocía fuera del mundo.com, me sugirió por línea privada escribir posts sobre remeras de rock. Me pareció muy buena idea, pero nunca encontré el momento de hacerle justicia. Quedó entre docenas de pendientes. Tarde pero inseguro, acá va la primera entrega de una serie por la que Chikito merece debido crédito)

     

    Los 90 no fueron amables con el ska en Inglaterra. Después de la explosión Two Tone, encabezada a principios de los 80 por The Specials, Madness y The Selecter, la música de raíz jamaiquina se replegó rápido a una zona de sombras en favor de otras cosas, como el tecno pop. Demasiado skinhead para new romantic…

    tencommandmentsfront.JPGEn Estados Unidos, en cambio, la segunda mitad de los 90 se sacudió con la llamada Tercera Ola, la gran vuelta del ska, con docenas de bandas, desde ska-jazz hasta ska-punk y ska-core, ska-metal satánico (en serio), ska-swing y algunos otros errores sincopados y aún menos excusables. Pero su efecto poco o nada se sintió al otro lado del ancho Atlántico.

    Así, Londres no era el lugar ni 1997 era el año para un festival como The Ten Commandments Of Ska, ya bastante pretencioso desde el título. Así, a nadie debió llamarle la atención encontrar, incluso dos años después, las remeras de tal evento en un tacho de saldos del local de Merc en el epicentro de Carnaby Street.

    Con apenas un par de cuadras peatonales por el centro de Londres y un muy fotografiado arco de entrada, Carnaby ha sido cíclicamente protagonista de distintas subculturas y modas juveniles, siempre muy British, desde los swingueantes 60. Hasta su cierre en 2012, Merc fue una de las tiendas insignia en esta calle y de estas “tendencias”, una boutique mod, con trajes de tres botones, camisas a cuadros, zapatos “loafers” y demás accesorios imprescindibles para quien de pronto sienta la vocación de mimetizarse con los personajes de “Quadrophenia”. Salvo los scooters y las pastillas, todo estaba ahí, aunque en los últimos años sólo se concentró en vender artículos con su propia marca, dejando fuera de catálogo a Fred Perry, Ben Sherman y otros.

    Merc, justamente, fue el principal auspiciante del Ten Commandments. Vaya a saber uno cómo fue el arreglo comercial entre las partes. Pero sí contamos con evidencias materiales (textiles) de que la marca aportó la remera oficial de la fecha.

    Efectivamente, 24 meses después, docenas de estas prendas, en todos los talles, se ofrecían a cuatro libras la unidad en el local de Carnaby 10. Habrán sobrado muchas, en parte por el escaso público que cubrió apenas la mitad de la Brixton Academy (con capacidad para 3700 espectadores parados), confirmando que los tiempos no eran favorables para el ska inglés. Pero no por eso se debería subestimar otro factor: la mala praxis de diseño.

    En la espalda, la prenda pasaba lista a los no diez sino once artistas que actuarían el 21 de junio de 1997 sobre este legendario escenario del sur de Londres: los estelares nombres jamaiquinos de Prince Buster, Ken Boothe, The Pioneers, Dave & Ansel Collins, Errol Dunkley y Rico Rodriguez; el cubano Laurel Aitken, más los locales  Judge Dread, The Cimarons y The Riffs (los de la muy oi y muy épica “Blind Date”). Documento histórico de un line up irrepetible… pero demasiado a destiempo como para salvar al festival.    

    tencommandmentsback.JPGLos verdaderos problemas estéticos comienzan del otro lado de la remera. Ahí está el logo de los Diez Mandamientos del Ska (cita de un clásico de Prince Buster), con una tipografía antigua, intencionadamente “bíblica”. Luego, un dibujo en el que se ve a una negra aparentemente jamaiquina, de espaldas, arrodillada sobre un ítem de verdad indefinible e incomprensible, de cara a una especie de río y a unas montañas verdes. Está desnuda y tiene los brazos abiertos, en pose mística, acaso a punto de definir los nuevos Diez Mandamientos caribeños.

    Todo parece una de esas fallidas tapas de discos compilados que ya nos frustran antes de apoyar la púa, aunque a veces terminan por sorprendernos positivamente. Uno puede imaginar el disgusto de los meticulosos tipos de Merc al desayunarse con semejante resolución gráfica, pero es más difícil visualizar la resignación en el momento que, quizás por falta de tiempo, alguien aceptó: “Ok, vamos con este, ¡se imprime!”   

    Además del feo diseño, la desganada impresión recuerda a la que ejecutaban algunos locales de fotocopias láser color a principios de los 90. Arratonada incluso antes del primer lavado y sobre una tela tan floja que da picazón sólo de mirarla. Si la calidad de una remera oficial marca el destino del show en cuestión, queda claro por qué The Commandments perdió plata.

    Encontré esta remera hecha pelota de trapo, adentro de un tacho, en un oscuro rincón de Merc, en 1999. Nunca la usé hasta 2007, cuando con la Rude Boy Band acompañamos a la británica Pauline Black en su debut porteño. Fue mi tributo secreto a los años de resistencia ska en el Reino Unido. En realidad, me la puse sólo una vez terminado aquel show en El Teatro de Colegiales, hoy Vorterix. La increíble voz de The Selecter, entonces, me vio por los pasillos de camarines y dijo, seria, como si hubiera recordado algo no muy feliz: “Wow, no me digas que tenés una de esas…”